lunes, junio 30, 2008

Christian Dior, El Delirio Y El Aplauso



La primera colección de Christian Dior en 1947 con la línea Corola salvó Francia, tras la Segunda Guerra Mundial, la nueva casa de modas francesa conquistó al mundo. A Monsieur Dior le llegaron cartas de amenaza de maridos de ardientes propietarias o soñadoras deseosas de la línea de Dior que le preguntaban cómo osaba encerrar a sus mujeres en jaulas de pájaros; el gobierno británico declaró inmoral y antipatriótico la imagen de Christian Dior pero el desastre ya había ocurrido. Carmel Snow había nombrado a la nueva imagen New Look y Estados Unidos y sus mujeres se lanzaron a la compra de las faldas con enagua y de las blusas que requerían corsé contra todo pronóstico, sea dicho. En la Casa Dior los compradores se agolpaban en las escaleras para ver esa nueva femineidad exagerada, ese busto armado, esa cadera prominente. Todos querían ver a la mujer.


Han pasado muchas modas y muchos años desde aquel día helado de 1947 que trajo el éxito con la ventisca glacial a la casa Christian Dior y que la situó no sólo en el epicentro del diseño sino como el emblema de Francia. Ahora, con Monsieur Christian Dior convertido en leyenda y bajo el amparo de un jardín tormentoso y romántico, la Casa Dior vuelve a alzarse. La mano que ostenta el poderoso báculo puede ser la de un conglomerado empresarial dedicado en parte a la contemporaneidad y en parte al negocio pero, la mano que traza la línea del vestido, que corrige caprichosa, que tacha, que grita, que clama y conquista al cielo con su trueno es la del febril y aclamado John Galliano. Ahora, con más de medio siglo de diferencia, en la Casa Dior siguen agolpándose los compradores en las escaleras y las ventas siguen creciendo aunque ya no hay damas con pañuelos de leopardo que otrora eran musas y, ya no hay Señora Evita Perón pero, ahora, hay estruendo, tormenta de flashes y estallido de aplausos. Nuevos tiempos en Dior, tiempos gloriosos. Monsieur Dior estaría orgulloso. O, quizás no. Pero, por lo menos, sabría que su mito viviente, el del derrochador de ingenio y de tela, el de icono, el de personaje sigue vivo en John Galliano. Vida y obra, muerte y gloria, Alta Costura. Dior por John Galliano.



Han vuelto las damas a Dior con aquella pomposidad de quien se atreve a presentarse en sociedad vestida de negro. Descaradas damas. Mujeres seguro. Avanza con paso firme por la mansión familiar haciendo vibrar a cada paso los compases vacíos de la tradición y lo respetable. No viste de luto, esa es una palabra desterrada pero tampoco es una de esas estúpidas chicas de sociedad. Quizás la prometan un futuro inspirador pero, ella prefiere el tumulto abrasador. Excesiva en el sobrio y austero negro, profundamente decadente. Una de esas malas mujeres que fuman, firman sentencias formando un anillo de humo mientras sujetan firmemente sus copas de champagne. O quizás sólo una máscara, un escudo. O solamente un pilar que se tambalea en la sociedad.


Aun en Dior surcan dos tipos de mujeres los armarios y los jardines de la firma. Las recatadas y las vilmente excesivas. Las primeras charlan afablemente en las sillas de forja blancas que se despliegan bajo la carpa de seda que, por la noche, trasparenta las estrellas. Las segundas son voraces femmes fatales. Abandonaron el jardín temprano, tras el almuerzo; porque las esperan en el Casino que, sinceramente, es más divertido. Estudio de la perversión por Dior.


Los tiempos cambian. Realmente cambian, hace un instante jugaba al 21 en el Casino, hace un segundo danzaba por la Sala de Baile y ahora, camina decidida imbuida por la contemporaneidad. La nueva femineidad es la vieja masculinidad, el dandismo. Recorre el andén a toda prisa y, en el último instante arroja el útero femenino de Freud, su bolso a las vías del tren poniendo el broche final, anunciando el preludio que deja el jarrón vacío, el fin o el principio.


Llega la dama de las tinieblas, la rabiosa pasión mortecina. ¿Quién dijo que la tentación vivía arriba y que vestía de rojo? Oda al negro, limpio y puro; cristalino. La nueva sensualidad. Ya ha visto de todo. Ya no hay nada más que añadir. Antes era caprichosa envuelta en lino blanco los domingos tomando el té temprano en el mantel de hilo en la vajilla floreada; ahora es lividinosa agazapada en la febril locura del compás loco y del tango bailando despreocupada. Ahora el negro ya no es el color de la oveja descarriada, es el color de la oveja rupturista.


Hay damas que visten en la noche de colores pastel; hay reinas que visten del color de las estrellas. Dicen que las joyas son barrocas, de mal gusto si son exageradas pero también cantan que los diamantes son los mejores amigos de la mujer. Hasta la reina de la sencillez cayó, doblegada, ante el poder innato de los diamantes queriendo cubrirlas de estrellas. Ahora a las tímidas damas dieciochescas que aun abrazan la tradición clamorosa y primorosamente doblando las servilletas las releva una horda de atractivas femmes fatales. Vampiresas. Mujeres…


La tradición dicta que el negro se reserva al luto pero ¿si ya ha vapuleado esta norma porqué no hacer lo mismo con el resto? Total, el blanco para las novias no fue siempre el color escogido de hecho, es demasiado reciente como para resultar indecente. ¿Entona la dama de negro el canto del cisne? Radiante.


Dice un realista ruso que tuvo el coraje de presentarse enfundada en negro; cuentan en los cuarenta que la vampiresa por excelencia hizo historia con su columna negra de raso; baila Scarlatta en su noche de luto con el galán alter ego escandalizando al baile y ella triunfa vestida de negro. Obviamente no cree en el príncipe azul pero, ¿y si su hombre vistiera de negro? Un dandy, probablemente. O, mejor, un burgués sin título pero con gran cantidad de … ¿talento? O de dinero.


El color de una noche sin luna impregna el espectacular vestido. La Señorita -irreverente y clamorosa- Madonna se indignó diciendo el porqué eran los tacones altos tan de su predilección aludiendo que la moda duraba más que el sexo. Afirmación irreverente. Dama irreverente. De hecho, nunca quiso ser dama. Pero no puede evitarlo; dama, radiante, precursora. Exultante. Una maravilla.


Irrespetuoso e irreverente John Galliano, el hombre capaz de doblar las ventas haciendo elogios al exceso. Dicen que el señor Arnault dice cuando alguien critica de forma sangrienta o, solamente, negativamente a Galliano que son unos estúpidos que no entienden su talento. De vez en cuando, hasta el señor Arnault es consciente de que él es el hombre del traje gris y que si ya Lucrecia Borgia puso límites a la creación financiada por su capital; él que es un hombre de negocios atrapado en el cuerpo de un purista y un tierno también puede. Le rogó clemencia a John Galliano: “comercialidad” en otras palabras que para delirios creativos, John Galliano ya tiene su costura y para voluptuosidades circenses y poco comerciales destinadas solo al escaparate, al aleteo de la mariposa ya tiene su propia marca. El taller de Galliano se mantiene bajo el aroma de los perfumes, bajo las riendas de los Gauchos y bajo el sonido de la caja registradora pero, la mente de Galliano, a pesar de ser poco comercial, consigue encandilar. Espectáculo, tentación, ventas. Otro delirio pero muy deseable.

Alta Costura


Vuelve la Alta Costura, la magia de la moda. El arte. Vuelve el espectáculo. El reinado de la creatividad. La explosión de talento. ¿Una reminiscencia de tiempos pasados? Quizás. Pero también una demostración de la gloria de la moda. La grandeza de un arte.

domingo, junio 29, 2008

Vendemos Lujo, Ofrecemos Sueños


Dicen en Louis Vuitton que ellos no venden moda, venden lujo. Lujo con letras mayúsculas. Y, también venden una porción de la historia. La casa Louis Vuitton surge de la necesidad de Monsieur Vuitton de confeccionar equipajes cómodos, elegantes y espaciosos para los viajes, cada vez más populares y prolongables en el tiempo, puesto que en el tema “equipajes” las opciones no eran variadas ni habían evolucionado desde hacía siglos. El señor Vuitton ofrece creaciones adaptadas a la modernidad pero destinadas únicamente para la clase alta. El bolso Noe está pensado para colgar de la puerta del camarote y para contener un par de botellas de champagne y unas copas; la Alta Sociedad. Louis Vuitton lo que vende es Estilo De Vida, con mayúsculas.



Cuentan que hay muchas leyendas en la casa Vuitton y, no solamente referidas a las conquistas por el asombro de que el equipaje llegase a una playa en perfecto estado tras ser arrastrado por la marea. Pero, en realidad, el origen de todo se remonta a 1837 cuando Louis Vuitton, el hombre, antes de la marca; caminó hasta París durante dos años. Cuando llegó a la ciudad de la Luz y de la Moda dirigida por el señor Worth, Un Tirano; el señor Vuitton se dedicó a trabajar como aprendiz de un fabricante de cajones. Allí, trabajando con la madera vislumbró la idea de un nuevo concepto de equipaje clásico pero revolucionario y, dedicado a la más alta clase social. Lujo. El señor Vuitton no encontró rival en su ascenso hacia el éxito y fueron diferentes personalidades las que viajaron impregnando sus travesías en el impagable savoir faire de Louis Vuitton. Pero en 1875 la casa se tambalea, el tirano de la crinolina y su conmutador en el vil polisón revela, el muy infame, el secreto. Cuentan que cegado por el odio y la rabia de haber dejado de ser El Único Modisto de París; El Único Nombre Sin Fronteras se encuentra cara a cara con un hombre que, directamente las atraviesa. Entonces Monsieur Worth cuenta que son las fundas de crinolina -ah, la crinolina- y carne de cordero las que dan lugar al misterio de Vuitton. En pocos meses, al señor Vuitton le surgen infinidad de competidores. No tienen el significado pleno de la casa, no responden a la tradición pero, teniendo en cuenta que ya estamos situados en la primera Gran Crisis del Capitalismo, el precio comienza a importar y las anécdotas con champagne parecen peligrar. Entonces, al señor Vuitton se le ocurre una luminosa idea.


Es en estos años de febriles copias y de maletas que ponen en duda la calidad original de Vuitton cuando al señor visionario se le ocurre la idea de identificar de manera casi ostentosa y visible sus creaciones. Monsieur Vuitton las cuadricula, estampa sus lonas impermeables en color toffe y miel para darle el sello distintivo. Es cierto que es revolucionario y rupturista pero sigue siendo fácil de copiar. Aún así, el señor Vuitton entra -otra vez- en los anales de la historia. Además crea el baúl con barra para colgar perchas y, lo llama Guardarropa que será la primera pieza de mobiliario destinada a su uso para viajes. Pero, en 1895 muere.


Es su hijo el que a pesar de quedar huérfano hace de padre para la casa. Si la cuadrícula bicolor de Vuitton ha entrado en los anales de la historia con un pequeño cuadrado destinado al nombre original de la marca registrada; George Vuitton se encarga de crear el estampado Monogram que combina las iniciales de su padre y de la marca superpuestas con estrellas y flores de lis en el característico bicolor original. En 1921 se crea el primer edificio Vuitton, que será precursor de toda una expansión transcontinental. En 1924 crean la bolsa de viaje, una idea luminosa, más cómoda, popular y accesible pero al mismo tiempo, más flexible, relajada y deportiva. En estos años en los que el golf, el tenis, la natación y las casas de campo en Connecticut para los fines de semana así como el sport del viernes se ponen de moda; Vuitton apuesta por la renovación y deja los pesados baúles testigos de otros tiempos para declinarse por la contemporaneidad y el ocio. En este contexto surge el Noe para colgar y beber champagne en el campo y se une el Nuevo Estilo de Vida con un segmento más amplio de Louis Vuitton.


Actualmente y tras unirse a un conglomerado empresarial que sigue apostando por la política de expansión creada por George Vuitton, y concretamente por la creación del Universo Vuitton que abarque desde una línea de ropa hasta un complemento en el hogar o en la oficina con bolis, pequeños muebles -incluso- y un matiz de lujo basado en la fabricación personalizada además de en la continuación del legado familiar. La tradición y la historia. Ahora Louis Vuitton es una firma dedicada al lujo.


A pesar de ser la firma más falsificada del universo o, precisamente por eso, Louis Vuitton ha pasado a la historia de la moda. Por un lado, Marc Jacobs y su equipo (o viceversa) se dedican a la actualidad, a la tendencia, a la moda, a cubrir de Vuitton la Alfombra Roja y a las celebrities pero, por otro lado, el imperio LVMH se dedica a continuar con la tradición y el savoir faire. Y, por ello, vuelve el Estilo De Vida. Ricos y famosos. Alta Socieda y Louis Vuitton. Como antes dicen. Aunque con el filtro del presente.

jueves, junio 26, 2008

La Evasión, La Sociología…


La llaman la Biblia de la Moda, dicen que en realidad es como un libro mensual que es, para algunos, una religión y, para otros, un excelente estudio de la sociología. ¿Por qué una temporada Bali es virgen y, a la siguiente, es demasiado popular?; ¿Por qué el gris es el nuevo negro y el eighties power vuelve en vez de continuar con el Verano del amor?, ¿Por qué aliviar las penas gastando dinero en un tacón de doce centímetros o en una falda de organza con la que es imposible andar? Por qué. Por la sociedad. Vogue es eso, una revista. Una Biblia. Un estudio sociológico a todo color. Belleza con precio, publicidad, sueño, milagro y perversión. Por qué, porque sí. O, mejor, ¿Y por qué no?


Eso es Vogue, es eso y no es nada. Es un sueño, es zapatos caros, hombres perfectos, mujeres bellas y un universo inalcanzable y, al mismo tiempo es la válvula de escape para (medio)mundo. La catarsis. ¿Será hoy lo que antes era la tragedia para los clásicos? En las tragedias latinas los personajes pertenecían a la clase social más alta, para las altas esferas y, siempre acababa mal. Tragedia. -El clásico muere-hasta-el-apuntador- Hoy Vogue se destina a las esferas más altas -¿no?- por los precios de lo que se anuncia en él. Pero no siempre acaba mal. La mayoría de las veces en vez del horrible sufrimiento por no poder adquirir-comprar se sufre el síntoma del sueño. Parecen oírse las carcajadas de ella mientras camina por el suelo de damero hacia su amado que la espera con una joya y una sonrisa en el descapotable deportivo de los cincuenta color blanco crema. Evasión. La clave.


La vida moderna es lo que anuncia Vogue en un torbellino vintage altamente decadente. Falsos hedonistas. Falsas sonrisas. Falsas. Falsos. Falsedad. Como diría Gabrielle Chanel “Sólo se puede salir a la calle con perlas falsas, las auténticas son para estar en casa.” Y Vogue vende eso. Vende por una módica cantidad un mundo de sueños. Falsos sí pero, sueños. Nadie desayuna con diamantes, nadie vive romances inolvidables y, probablemente nadie es feliz. Marcado pesimismo me dicen, me cuentan, me comentan. Quizás por eso aún no me ha llamado Vogue…


Se puede saber mucho de una sociedad por lo que desea. En los años veinte pedía olvido, en los treinta responsabilidad -el único vestido- y en los cincuenta, ensueño. Ahora clama hedonismo. Egoísmo. Narcisismo. El nuevo comunismo, el lujo popular, socialismo a mil dólares. Belleza terrenal. Ahora todas las modelos son supermodelos; ahora Prada hace llaveros y Louis Vuitton está en desintoxicación; Marc Jacobs se rinde a Internet y, los devotos de las marcas que -aún- (jamais) pueden pagarlas a Vogue. Porque no es sólo un escaparate, además, narra un cuento. Ahora desea cosas. Sociedad materialista aunque sea en sueños; es en Vogue.

martes, junio 24, 2008

Sienna Miller, O Por qué Ella

El caso de Sienna Miller es diferente al de Kate Moss. En primer lugar porque es flor de unos días y, en segundo lugar, porque se la conoce como Chica It. Es igual a Kate Moss porque es más conocida por sus escándalos que por sus trabajos y porque ha conseguido ser Chica It ¿imitando? a Kate Moss. Aunque luego ella te venda su ropa junto con su hermana -porque no sólo ocurre en esa patria suya, esta patria nuestra- para conseguir su estilo personal. Repito, todo es actitud.


Dicen las (malas) lenguas que Kate Moss le “comentó” una vez a Sienna Miller que si el motivo por el que repetía su estilo era por admiración-devoción o por otro motivo y que, en caso de que lo hubiera, se lo hiciera saber. Probablemente (la conversación es real pero en otros términos) Sienna Miller se enterró en su armario viva. Quiero decir que aquella bella alma atormentada que redescubría Alfie cada vez que volvía a su apartamento y que luego leía Vogue mientras Jude Law (el hombre para muchas) o su ¿alter ego? Alfie leía Vogue Hommes. Sienna Miller es esa It Girl que en Vogue USA adoran; que a Anna Wintour le encanta porque tiene ese halo moderno, ese toque boho chic, ese cuerpo de infarto con magia, encanto y erotismo y esa mirada penetrante, con un punto lividinosa pero pura y clara. Una chica con encanto.



No es que Kate Moss haya descubierto nada al mundo. (Sus estilistas tampoco) Pero menos ha descubierto Sienna Miller. Quizás ha descubierto la forma de triunfar. El suyo es un poco más personal que el estilo (de vida) de Kate Moss. Antes adoraba a Matthew Williamson (él la describió como “musa” e inspiración) pero, ahora ya es una estrella (no del celuloide) -del estilo, de las páginas de Vogue o de Internet- y se puede permitir más licencias. Ahora es Valentino con plumas y labios rojos; antes era Eddie (¿se estrenó la película?). Ahora es Vogue USA y editoriales con estilo, incluso, un despliegue mediático que no le han dedicado al Señor Yves Saint Laurent al morir para anunciar su nueva marca de ropa. O sea, prendas diseñadas por otro que recopilan el estilo creados por otros para ella y vendida gracias a otras que conocen a Sienna Miller por se novia-de-Jude-Law o una versión light, más juvenil y con un punto menos cruel de Kate Moss. Quiero decir, que con Sienna Miller puedes acabar creyendo en los cuentos de hadas. Antes era Jude Law, ahora es la (ex)novia de Jude Law. Pero todo el mundo sabe que Jude Law al final acabará con Sienna Miller. Porque Jude Law y Sienna Miller son dos actores, dos hedonistas (aún no tengo claro si lo son falsamente o de forma intrínseca. De hecho, tengo más dudas con Sienna que con Jude. Pero bueno, todo se andará…) y tienen que acabar juntos. Porque, su vida (la de ambos) es la continuación de Alfie.


Sienna Miller ha encontrado la mezcla perfecta. Es un fashionista frívola y consentida con un sentido estético peculiar a la que el mundo (de la moda) (de la Alfombra Roja) (de las celebrities-socialities) (del fotolog británico) que atrae al mismo tiempo a la Abeja Reina De La Moda, a la cultura urbana (o cibernética) de la calle y al prototipo típico masculino de hombre. Quizás esté loca, quizás sea una lunática, quizás no haya hecho una película (re)nombrable pero, ¿A quién le importa? Es su estilo gipsy, con un toque descuidado para el día y una atribulada pasión por el vintage y por las prendas de cortes imposibles para la noche el que la ha catapultado al Olimpo del chic. Sienna es otra chica normal pero con estilo. No es un icono -no, no lo es.- Es una It Girl. Caduca, fecunda, contemporánea. Una (Otra) It Girl. Y ése es su misterio. Saludable carisma.


Es una diosa. (Bueno, no exactamente) Es guapa, atractiva más bien; moderna, tiene actitud, su punto frívolo, parece real y te puedes fiar de ella (bebe, fuma, tiene vicios), puede tener un halo de perversión o de perfección, tiene su punto en un picnic o recorriendo Picadilly; viste “a la moda” pero sin seguir la pasarela al pie de la letra o, por lo menos, sin comprar -automáticamente- los musts de la temporada sin antes revisarles y combinarles con algo de menos de veinte dólares, de su nueva firma o sacada de un mercadillo (vintage, por supuesto). Convence a hombres y a mujeres. Convence a blogueros, fotologueros, foreros, editores, estilistas y redactores por igual y, además, no tiene estilo. En realidad sí que tiene estilo pero no a lo que yo entiendo por estilo.


Lo cierto es que Sienna Miller es Chica It por ser un producto. Look prefabricado, cuerpo de escándalo y pose natural. Un encanto bohemio y divertido, un toque moderno y actual pero mezclado con reflejos sesgados del pasado y con prendas de plena tendencia. El must de la temporada. La Alfombra Roja de la temporada. El novio de la temporada. Es un reclamo para Vogue, un anuncio andante para las marcas, un escaparate con proyección. Pero, ¿Hay alguna celebritie pura? La clave de Sienna Miller es que lo parece. Parece natural y despreocupada. Parecía auténtica cuando era Eddie porque parecía ser ella la que con su imagen la había convertido en tendencia y no John Galliano con su oda al sixties chic y al glam rock de las drogas y las adolescentes diseccionadas por los quince minutos de fama; parecía auténtica cuando leía Vogue como si fuera filosofía consumible y no publicidad edulcorada para el fracaso amoroso o antídoto contra el aburrimiento con buena fotografía y elegante maquetación con cosas -muy caras- muy hermosas; lo parecía. Parecía feliz con Jude Law, parece una estrella. Por el momento es It Girl. ¿Vacía? Sí, ¿Y qué?.

lunes, junio 23, 2008

Expediente Moss, Un Estilo (De Vestir ¿No?)



Kate Moss está tocada por la gracia divina. Al principio cuando planeaba sobre el estrellato lo hizo desnuda, sin ropa, tumbada sobre un diván y oliendo a Calvin Klein mientras su mirada que la anunciaba como la supermodelo que parece tu vecina porque es imperfecta en su inmaculada y atractiva perfección, exponía su cuerpo y desnudaba su alma a la belleza humana, a la androginia inmaculada de la adolescente subyugada a la pulcra carnalidad, al rechazo de lo lividinoso y a la tersura provocativa de la juventud. Juventud era la palabra mágica para Kate Moss y diferencia. Ahora, Kate Moss ha llegado más lejos que ninguna. Ya no es modelo, top model o supermodelo. Ya no es celebritie, socilitie, cantante o diseñadora. Ya no es musa, inspiración, referencia o referente. Ahora Kate Moss es icono. Kate Moss es presente y, eso sólo lo ha conseguido Kate Moss.


Kate Moss es el artífice, de entre otras muchas cosas, de un look o de una imagen personal que es la que vende actualmente. No se resume todo en vestir exactamente como Kate Moss, si así fuera, la propia línea “diseñada” por Kate Moss con las prendas de su armario particular -cargado de marcas en general- pero con el toque personal que ella imprime y que, en su opinión, debería venir con la prenda. Es actitud. Y, queridos, la actitud no se puede comprar. (Quiero decir que uno puede hacer cola delante de TopShop para comprar la colección íntegra de Kate Moss pero jamás será Kate Moss.) De hecho, uno podría comprar exactamente las mismas prendas que lleva la signorina Moss y, jamás sería igual. Lo cierto es que el look de Kate Moss está prefabricado pero tiene el encanto de ser original.


La imagen del icono de la postmodernidad, nada de neomodernidad aunque también pero compartiendo el trono con la señorita -revelación (risa malvada)- Agyness Deyn, ha formado su look (estilista de por medio y con permiso de la autoridad) con un estilo que combina los setenta, con su punto sexy, femenino y al mismo tiempo popular pero lujoso, con su segunda mano que no es segunda calidad, con su afán por el individualismo colectivo, por las drogas, por el rock con prendas de plena actualidad, el bolso It, el Must, el Imprescindible de la temporada que o lo es y por eso lo lleva ella o, lo es porque lo lleva ella. Nunca se sabrá. Es famosa por ponerse botas en verano y microshorts en invierno; vestidos largos para el día a día y minivestidos descaradamente impúdicos por la noche o, viceversa. Es conocida por sobreexposición, por ir sobrevestida incluso cuando va infravestida y por, sí, repetir prendas.



Al fin y al cabo, si Kate Moss ha triunfado es porque parece humano ¿no?. En sus editoriales la señorita se rie, esnifa o posa que no posa; se desnuda, se descoca y se viste como ella misma. Se autodenomina icono o enseña cómo hacer una -buena- maleta. No concede entrevistas (dicen que para no desvelar que no tiene -nunca- nada que decir) para mantener el halo de misterio -sigh-. Dicen que es La Autora del estilismo descuidado, del impecable pelo despeinado y del rostro sin maquillar. Dicen que ella es La Creadora de la idea del “me-puse-lo-primero-que-vi o el -¡esto!-lo-compré-hace-un-siglo” cuando tú sabes de sobra que eso no es verdad porque a) lleva su vida pensando en qué ponerse cuando sale o porque b) tú lo tienes igual, lo has visto ésta temporada o sabes que el prefijo vintage está demasiado extendido. Y, por cierto querida, vestir mal no es ser ecléctica y, el socialismo a mil dólares el par de zapatos de Miuccia Prada no es socialismo. Eso querida, son eufemismos. Igual que decir que a todos nos gustan los nuevos “hombres” cuando todos mataríamos por Steve McQueen.


Quizás sea verdad, si se piensa, que la señorita -¡Oh, pardon!- el icono, Kate Moss. (¿Se puede escribir su nombre aún en minúsculas?) pone en su cuerpo de tres millones lo primero que encuentra. Si lo primero que encuentra sirve para designar aquello que su estilista (y ella, por si acaso lo lee. ¿Sabe?) le ha escogido y que ha puesto en pequeños y fáciles montones. O sea, que no es que llevar una capa de terciopelo azul profundo sobre un vestido de corte helénico en tonos grisáceos con una cascada de cuentas metálicas hilvanadas entre sí y sandalias de catorce centímetros de tacón sea tendencia. Es que lo ha llevado Kate Moss y lo va a ser. ¿London Fashion Week en terciopelo? -¿Alguien sabe cómo ahorrarselo? Bueno, qué cosas digo, si yo no veo la Semana de la Moda De Londres. Ni yo, ni nadie. Bueno, algunos (muchos, muchos, muchos) fotologueros sí y también fingen que les gusta. Porque no lo entienden. Porque nunca entenderán que a YSL no había que entenderle y que a Chanel no acudían -falsos- intelectuales sesudos y que Schiaparelli no es un genio por “usar” a Dalí sino un genio capaz de convencer e inspirar a Dalí.- Kate Moss es tendencia. Y nada más.


O sea que, en el fondo la diferencia entre Kate Moss y cualquier mortal es actitud. Es ser el icono de una generación, ¿X?, ¿Y?, ¿W?, ¿JASP?, -HTML más bien- por ser normal. El triunfo de los mediocres. (Me encantan los mediocres por si alguien lo pregunta -Risa Malvada- Me encantan porque siguen comprando en Prada socialismo capitalista y porque pagan dos mil dólares por ser nerds cuando en el instituto ellos eran los marginados -entre los marginados-. Querido, ¿no te acuerdas de cuando eras un gafapasta?. Pues eso es ahora Prada. O, bueno, monjas de colegio privado. Lleno mi blog con sus mediocridades. (Quizás abra un fotolog, mmm, tentador… Pero no, gracias.) Que todo el mundo lo sepa. Si hasta Agyness es portada de Vogue.)


O, quizás, Kate Moss es la única capaz de crear una colección millonaria sacando ropa de otros de bolsas de basura diciendo cosas como “más, así, más como yo”. Quizás sea la única modelo fea-baja-vieja encerrada en la burbuja de cristal de bella-especial-diferente-ecléctica. Quizás esa sea la diferencia por la que ella lleva una capa de terciopelo y yo hablo de ella (en verano y en terciopelo, sí.) y, yo puedo decir lo que quiera de ella porque -por el momento- no habla de mí. Señoras y señores, Kate Moss. La única e inigualable Kate Moss. Y que, conste, adoro a Kate Moss. Es una de las mejores modelos. De hecho, es la mejor. Porque no es modelo en cuanto a maniquí. Es modelo de una sociedad y, señores, ahí no había llegado nadie. Ni Dovima -aquella boba-, ni Lauren Hutton, ni Penélope, ni Vera, ni Jerry Hall, ni Claudia, ni Naomi, ni Angyness. Inimitable Kate Moss. ¿Y creías que era estilo de vestir? Ja.

domingo, junio 22, 2008

Verano


Ha llegado el verano. Han llegado las vacaciones, las colecciones crucero, los Hamptons, las toallas rizadas, los pañuelos marineros, las bromas de verano, los helados, las tardes en la terraza, las noches en la azotea bajo el manto de estrellas, la brisa marina, la Coca Cola muy fría, las sandalias, el look Safari, el olor a verano. Eso que no se puede comprar.

jueves, junio 19, 2008

Modelo, Persona, Generación W


Kate Moss, Daria Werbowy y Lara Stone. Ella, La Divina y La Chica Del Momento. Verano. Desnudos. Supermodelos. Tres top models que han -o van a hacerlo- marcado una era. Kate Moss es un fenómeno en sí misma, una marca. Ya no es una modelo, es un ente. Es como Chanel, como C. Dior, como Prada pero, moderna, conceptual y, sobre todo a la moda. La pura verdad es que Kate Moss nunca va a la moda, lo que ella se pone se convierte en tendencia. Una vez oí decir a alguien que “si Kate Moss llevase ropa interior de cáscaras de plátano, la economía tropical mejoraría por las ventas de esta fruta para imitarla” y, lo más triste o lo más curioso es que lleva razón. Es una sentencia. Tan cierta como que Kate es la chica It. It Girl, la It Girl. Escuela y modelo, de comportamiento. Actitud.


Dicen que Kate Moss triunfa porque aunque es una supermodelo, no lo parece. Ni es excesivamente alta como Claudia Schiffer que es austera y excesiva pero eterna; ni es arrolladoramente bella como Christy Turlington; ni es camaleónica como Linda Evangelista; ni es explosiva como Eva Herzigova. No es una Top Model de las que Versace sacaba en sus desfiles, no es una Supermodelo. No es una Chica Vitamina, no es una Top Bombón. El secreto de Kate Moss es que no lo parece. Probablemente al día veas veinte chicas como ella, y, a la semana, cien que son más bellas, más altas, más elegantes, más tendenciosas, más etéreas, más exquisitas y más sofisticadas. Pero, lo que no ves es a otra Kate. No ves actitud. Ella sabe que todo lo que toca, es ungido por Dios. Y, lo explota. ¿Que esnifa cocaína, bebe, se droga, se pega, se divorcia, se corta, se embarazada, se descuida, se cae, se compra un taxi, aparece en los tabloides, es escandalosa, aúlla en vez de cantar y sufre de sobreexposición sin dejar de estar en la onda o, ser, literalmente, La Onda? Queridos, ése es el secreto de su éxito. Todo el mundo puede hacerlo -o intentarlo- pero nadie como ella. Y, eso ha marcado una era. Guste o no.


A Daria la llaman La Divina. La llaman La Divina por ser casi perfecta, es bella pero sin serlo en exceso. No necesitas fijarte en ella para entender su belleza y, no es de las que se pueden disimular. Es una belleza rutilante. Es casi helénica y roza la perfección clásica. Dicen los que la conocen que es una gata despiadada en la pasarela, que eriza la piel verla caminar, porque es una Diosa rebosante de actitud. Es enigmática, es felina y tiene una imponente mirada. Es perfecta para la moda actual, es frenética, moderna, conceptual y, al mismo tiempo, recuerda a las épocas perdidas. Es como una gata salvaje, es una leyenda y una promesa. Y, dicen, (y ya es difícil) que su campaña para Chanel es mítica. Y, eso significa pasar a la historia.


Lara Stone es la chica de moda, Carine Roitfeld la adora y todos han acabado sucumbiendo a su(s) encanto(s). La modelo más sexual de todas, la única que parece vivir en un mundo ideado por Terry Richardson, la inigualable modelo que siempre enseña el pecho. La que dicen que sucederá a Claudia Schiffer. La inigualablemente moderna y, al mismo tiempo, clásica. Lara Stone damas y caballeros. Una Folie Bergere, una Dama Del Moulin Rouge, una Modelo de Studio 54 pero, todo eso, ahora. Y, casi pornográfica. De mirada voraz y de extrema carnalidad. Fogosa frialdad, erotismo de verdad.


El editorial puede resumirse en eso. Tres modelos. Vestidos, desnudos y diseñadores. Oda al cuerpo. Oda al verano. Oda al destape. Oda a la moda. O al sexo. O a W. O a Kate Moss. O a quien sabe qué. Sexo gritan y moda aclaman. Tres mujeres al fin y al cabo, la febril felina, la más modelo de las tres, la más perfecta. Diva y divina. La icónica, el retrato, el emblema. Kate Moss. El fenómeno. Y el sexo, el nuevo cuerpo. La nueva erótica. Lara Stone. ¿Mujer de piedra? Estatua de hielo fundente. Kate, arriba; Daria a un lado, elegante, misteriosa la mujer de rojo y, Lara, desnuda; exhibicionista y con ese punto intimidante.


Es verano, no hay tiempo para divagaciones filosóficas, esto no es la escuela de Atenas y yo disto de ser Platón. Por la misma razón, Kate Moss se pasea envuelta en gasas por las hamacas que descansan apoyadas a los pies de la escultórica piscina, promiscua, egocéntrica y narcisista. Y, por eso, sólo hay tiempo de tostarse al sol. Ahora quizás el bronceado sea de nuevos ricos (¿Monsieur Armani, Monsieur Valentino, qué ocurrió?) pero, a un hombre (o Al Hombre) se le puede disculpar. Porque, vamos, ni que alguna vez no hayamos soñado con un príncipe azul, su caballo y nosotras como princesas. ¡Al carajo!. Sexo, sexo, sexo. Que es verano.


Hay algo que dicen que tienen todas las damas, y las que luego no han evolucionado a damas y, es un pasado. Carne, sexo, acción. Y puede que una cámara de por medio. O un presidente que no se enseña el rostro quizás o, un Happy Birthday Mr President, o un vestido cosido al cuerpo y una copa de champagne. O eso, o un arnés que enmarca al cuerpo. O un corsé mordaz. ¿El destape? A veces es más interesante (des)cubrir. Un corsé, un tacón de aguja, una pulsera de diamantes, una sábana revuelta, ropa tirada a los pies de la cama o, sencillamente, ella desnuda. Lara. Y, luego al querido Señor Ford le tachan de maníaco. -Sigh-


Es verano y podrían ser los sesenta con hippis tiñendo de tye dye sus camisetas en un rincón siendo “muy zen de su parte” o, podrían ser los setenta y casi oler a Woodstock y oír los fervorosos aplausos a Hendrix y su himno nacional. O, podría ser una excéntrica millonaria de los ochenta que antes había esnifado coca en Studio 54 con Warhol y Minelli o, una nueva Gloria de esas que comienzan su crepúsculo de los dioses con un muerto en una piscina. Pero, vestida de Lanvin.


O podría ser un nuevo Pret A Porter pero en vez de la mediterránea Loren con una irracional Lara Stone. O, podría ser una mirada a la América Profunda, esa América que aún huele a ganado y que te puede matar por una inundación en la ciudad del soul. Podría ser la América que entierra a los negros con un renacido klan, o podría ser aquella América exótica que aparece en Vogue USA como el último grito combinada con Daria a lo india americana y que proclama la vuelta del chic de Arizona y Colorado o, también podría ser, un escenario amish. O, quizás sólo una turbia Kate Moss escapando del flash pero, posando encerrada en su propio desastre. ¿El amago de Kate o, la triste realidad?, ¿Mentira o verdad?


Y, cuando crees que es demasiado para pensar recostado en una nítida e impávida toalla de algodón egipcio blanco mientras bebes cócteles por la mañana a los pies de la piscina del hotel con un traje de la colección crucero de un advenedizo tendencioso y voraz espoleador del consumismo; te das cuenta que al final, las mejores fotos son las de ella y él desnudándose al borde de la inmaculada piscina. Y es que, la vitalidad no se puede comprar. Y es que las páginas de Vogue tienen un melodioso compás irreal. ¿Es mejor un beso de película o un beso real? El símil.


Se puede viajar a Los Hamptons en avión privado para llegar al mismo sitio que te lleva el autobús de Los Hamptons por cuatro dólares con revista de regalo. Ricos y pobres. Cuatro dólares de diferencia. O, bueno, el “pequeño” matiz de los cuatro dólares. Un autobús, una rubia de ricitos crespos, una mujer que podría ser aspirante a diseñadora, un cantante, un estilista, un peluquero y la jauría de signorinas que buscan marido y que por veinte (de los grandes que dirían ellas o sus futuribles) durante el verano como alquiler pueden suponerlas una oda a la vida retirada. Ricitos, rubia, cuatro dólares.


Y luego está la que se retiró por sí misma. Quizás fue a Los Hamptoms a cazar marido y un cazatalentos la cazó a ella. Ahora tiene su séquito: la diseñadora, el cantante, el estilista, el peluquero, la pequeña jauría que hace las veces de secretaria, consejera y aspirante a modelo o, por lo menos que, con esto, puede conseguir pases Vip para alguna discoteca de la zona. Ahora es ella, ya no es ni rizos crespos ni rubia, ahora es Kate Moss. Y todo el mundo sabe que Kate Moss es short, es chaleco, es botas (en verano, oui) y es carisma. Mucho carisma. Y eso es un editorial o, una instantánea del Borough Market de Londres o, algo por lo que la señorita -la niña adulta- alocada sigue embolsándose ceros.


Todo se parece demasiado a la realidad como para ser verdad pero, en realidad, parece ser lo que nos enseñan como realidad. ¿Moss andando con un séquito en shorts y siendo fotografiada? ¿Eso es un editorial? Sí, y también salen su padre y su hermana (pequeña). Y, a este paso, puedo ver hasta un vestido de Kate Moss para TopShop o la divísima perfumándose con su propio olor. Y es que es Moss y su clan; Moss y su séquito; Moss y su corte de admiradores, imitadores y seguidores; Moss y su colección de portadas, de defectos, de escándalos, de titulares. Y, al final, hay un editorial de Kate Moss y el Todo Internet (o el Nada Internet con el anonimato como escudo y una identidad dudosa de alguien que firma como nadie) se avalanza a comentar. Y, eso, ¿cuántas lo consiguen? Moss sigue de moda queridos, muy de moda.


Y, también hay nerds. Hay literalmente socorristas de piscina ceñidos en lycra todos con esa mezcla tan atractiva para el verano que da la piel -algo- quemada por el sol y el cabello rubio resplandeciente bajo su (propio) brillo. Y, como este es un editorial de ficción realista, también hay nerds. Camisetas, blancura victoriana -sí, es el eufemismo de lechoso-, gafas de pasta y algo que dista de ser un cuerpo diez. Digan lo que digan, él tendría que haber sido Marc Jacobs. Y, eso hubiese sido un puntazo. Quizás la insoportable lesbiandad de la mujer que mira y mira fotos de mujeres (en vez de compartir lógica con el sexo masculino y admirar los torsos del sexo opuesto) en las revistas esté caduca o, eso o, cada vez hay más homosexuales que leen revistas y para los que saber qué vestido favorece sus curvas es, cuanto menos, poco interesante. (Y que nadie me diga que tengo homofobia porque hasta yo puedo salir con “qué dices, yo tengo un buen amigo que es gay”.)


Y, al final, sabes que lo que también hay es tendencia porque, digan lo que digan, esto sólo sirve para vender ropa. Dijeron que la Costura no vende ropa porque es arte, el pret a porter no vende ropa porque es -a todas luces- caro y que lo que vende ropa es no saber qué ponerte para salir con tu novio/amigos. Y, por eso, al final, sale la apuesta de la moda actual que es Balmain con una mezcla actual y revisada de los setenta con su glamour, su naturaleza y su falsa realidad o su verdadera y locuaz irrealidad. Y, es por eso, por lo que son dos rubias las que cierran el editorial. El icono y la promesa. Kate Moss y Lara Stone o, bien mirado, dos vestidos, un diseñador, unos precios, una marca, una etiqueta, dos modelos y tres personas. Quién sabe nada o, peor, quién quiere saber. W.