
Kate Moss, Daria Werbowy y Lara Stone. Ella, La Divina y La Chica Del Momento. Verano. Desnudos. Supermodelos. Tres top models que han -o van a hacerlo- marcado una era. Kate Moss es un fenómeno en sí misma, una marca. Ya no es una modelo, es un ente. Es como Chanel, como C. Dior, como Prada pero, moderna, conceptual y, sobre todo a la moda. La pura verdad es que Kate Moss nunca va a la moda, lo que ella se pone se convierte en tendencia. Una vez oí decir a alguien que “si Kate Moss llevase ropa interior de cáscaras de plátano, la economía tropical mejoraría por las ventas de esta fruta para imitarla” y, lo más triste o lo más curioso es que lleva razón. Es una sentencia. Tan cierta como que Kate es la chica It. It Girl, la It Girl. Escuela y modelo, de comportamiento. Actitud.

Dicen que Kate Moss triunfa porque aunque es una supermodelo, no lo parece. Ni es excesivamente alta como Claudia Schiffer que es austera y excesiva pero eterna; ni es arrolladoramente bella como Christy Turlington; ni es camaleónica como Linda Evangelista; ni es explosiva como Eva Herzigova. No es una Top Model de las que Versace sacaba en sus desfiles, no es una Supermodelo. No es una Chica Vitamina, no es una Top Bombón. El secreto de Kate Moss es que no lo parece. Probablemente al día veas veinte chicas como ella, y, a la semana, cien que son más bellas, más altas, más elegantes, más tendenciosas, más etéreas, más exquisitas y más sofisticadas. Pero, lo que no ves es a otra Kate. No ves actitud. Ella sabe que todo lo que toca, es ungido por Dios. Y, lo explota. ¿Que esnifa cocaína, bebe, se droga, se pega, se divorcia, se corta, se embarazada, se descuida, se cae, se compra un taxi, aparece en los tabloides, es escandalosa, aúlla en vez de cantar y sufre de sobreexposición sin dejar de estar en la onda o, ser, literalmente, La Onda? Queridos, ése es el secreto de su éxito. Todo el mundo puede hacerlo -o intentarlo- pero nadie como ella. Y, eso ha marcado una era. Guste o no.

A Daria la llaman La Divina. La llaman La Divina por ser casi perfecta, es bella pero sin serlo en exceso. No necesitas fijarte en ella para entender su belleza y, no es de las que se pueden disimular. Es una belleza rutilante. Es casi helénica y roza la perfección clásica. Dicen los que la conocen que es una gata despiadada en la pasarela, que eriza la piel verla caminar, porque es una Diosa rebosante de actitud. Es enigmática, es felina y tiene una imponente mirada. Es perfecta para la moda actual, es frenética, moderna, conceptual y, al mismo tiempo, recuerda a las épocas perdidas. Es como una gata salvaje, es una leyenda y una promesa. Y, dicen, (y ya es difícil) que su campaña para Chanel es mítica. Y, eso significa pasar a la historia.

Lara Stone es la chica de moda, Carine Roitfeld la adora y todos han acabado sucumbiendo a su(s) encanto(s). La modelo más sexual de todas, la única que parece vivir en un mundo ideado por Terry Richardson, la inigualable modelo que siempre enseña el pecho. La que dicen que sucederá a Claudia Schiffer. La inigualablemente moderna y, al mismo tiempo, clásica. Lara Stone damas y caballeros. Una Folie Bergere, una Dama Del Moulin Rouge, una Modelo de Studio 54 pero, todo eso, ahora. Y, casi pornográfica. De mirada voraz y de extrema carnalidad.
Fogosa frialdad, erotismo de verdad. 
El editorial puede resumirse en eso. Tres modelos. Vestidos, desnudos y diseñadores. Oda al cuerpo. Oda al verano. Oda al destape. Oda a la moda. O al sexo. O a W. O a Kate Moss. O a quien sabe qué. Sexo gritan y moda aclaman. Tres mujeres al fin y al cabo, la febril felina, la más modelo de las tres, la más perfecta. Diva y divina. La icónica, el retrato, el emblema. Kate Moss. El fenómeno. Y el sexo, el nuevo cuerpo. La nueva erótica. Lara Stone. ¿Mujer de piedra? Estatua de hielo fundente. Kate, arriba; Daria a un lado, elegante, misteriosa la mujer de rojo y, Lara, desnuda; exhibicionista y con ese punto intimidante.

Es verano, no hay tiempo para divagaciones filosóficas, esto no es la escuela de Atenas y yo disto de ser Platón. Por la misma razón, Kate Moss se pasea envuelta en gasas por las hamacas que descansan apoyadas a los pies de la escultórica piscina, promiscua, egocéntrica y narcisista. Y, por eso, sólo hay tiempo de tostarse al sol. Ahora quizás el bronceado sea de nuevos ricos (¿Monsieur Armani, Monsieur Valentino, qué ocurrió?) pero, a un hombre (o
Al Hombre) se le puede disculpar. Porque, vamos, ni que alguna vez no hayamos soñado con un príncipe azul, su caballo y nosotras como princesas. ¡Al carajo!. Sexo, sexo, sexo. Que es verano.

Hay algo que dicen que tienen todas las damas, y las que luego no han evolucionado a damas y, es un pasado. Carne, sexo, acción. Y puede que una cámara de por medio. O un presidente que no se enseña el rostro quizás o, un Happy Birthday Mr President, o un vestido cosido al cuerpo y una copa de champagne. O eso, o un arnés que enmarca al cuerpo. O un corsé mordaz. ¿El destape? A veces es más interesante (des)cubrir. Un corsé, un tacón de aguja, una pulsera de diamantes, una sábana revuelta, ropa tirada a los pies de la cama o, sencillamente, ella desnuda. Lara. Y, luego al querido Señor Ford le tachan de maníaco. -Sigh-

Es verano y podrían ser los sesenta con hippis tiñendo de tye dye sus camisetas en un rincón siendo “muy zen de su parte” o, podrían ser
los setenta y casi oler a Woodstock y oír los fervorosos aplausos a Hendrix y su himno nacional. O, podría ser una excéntrica millonaria de los ochenta que antes había esnifado coca en Studio 54 con Warhol y Minelli o, una nueva Gloria de esas que comienzan su crepúsculo de los dioses con un muerto en una piscina. Pero, vestida de Lanvin.

O podría ser un nuevo Pret A Porter pero en vez de la mediterránea Loren con una irracional Lara Stone. O, podría ser una mirada a la
América Profunda, esa América que aún huele a ganado y que te puede matar por una inundación en la ciudad del soul. Podría ser la América que entierra a los negros con un renacido klan, o podría ser aquella América exótica que aparece en Vogue USA como el último grito combinada con Daria a lo india americana y que proclama la vuelta del chic de Arizona y Colorado o, también podría ser, un escenario amish. O, quizás sólo una turbia Kate Moss escapando del flash pero, posando encerrada en su propio desastre. ¿El amago de Kate o, la triste realidad?, ¿Mentira o verdad?

Y, cuando crees que es demasiado para pensar recostado en una nítida e impávida toalla de algodón egipcio blanco mientras bebes cócteles por la mañana a los pies de la piscina del hotel con un traje de la colección crucero de un advenedizo tendencioso y voraz espoleador del consumismo; te das cuenta que al final, las mejores fotos son las de ella y él desnudándose al borde de la inmaculada piscina. Y es que, la vitalidad no se puede comprar. Y es que las páginas de Vogue tienen un
melodioso compás irreal. ¿Es mejor un beso de película o un beso real? El símil.

Se puede viajar a Los Hamptons en avión privado para llegar al mismo sitio que te lleva el autobús de Los Hamptons por cuatro dólares con revista de regalo. Ricos y pobres. Cuatro dólares de diferencia. O, bueno, el “pequeño” matiz de los cuatro dólares. Un autobús, una rubia de ricitos crespos, una mujer que podría ser aspirante a diseñadora, un cantante, un estilista, un peluquero y la jauría de signorinas que buscan marido y que por veinte (de los grandes que dirían ellas o sus futuribles) durante el verano como alquiler pueden suponerlas una oda a la vida retirada. Ricitos, rubia, cuatro dólares.

Y luego está la que se retiró por sí misma. Quizás fue a Los Hamptoms a cazar marido y un cazatalentos la cazó a ella. Ahora tiene su séquito: la diseñadora, el cantante, el estilista, el peluquero, la pequeña jauría que hace las veces de secretaria, consejera y aspirante a modelo o, por lo menos que, con esto, puede conseguir pases Vip para alguna discoteca de la zona. Ahora es ella, ya no es ni rizos crespos ni rubia, ahora es Kate Moss. Y todo el mundo sabe que Kate Moss es short, es chaleco, es botas (en verano, oui) y es carisma. Mucho carisma. Y eso es un editorial o, una instantánea del Borough Market de Londres o, algo por lo que la señorita -la niña adulta- alocada sigue embolsándose ceros.

Todo se parece demasiado a la realidad como para ser verdad pero, en realidad, parece ser lo que nos enseñan como realidad. ¿Moss andando con un séquito en shorts y siendo fotografiada? ¿Eso es un editorial? Sí, y también salen su padre y su hermana (pequeña). Y, a este paso, puedo ver hasta un vestido de Kate Moss para TopShop o la divísima perfumándose con su propio olor. Y es que es Moss y su clan; Moss y su séquito; Moss y su corte de admiradores, imitadores y seguidores; Moss y su colección de portadas, de defectos, de escándalos, de titulares. Y, al final, hay un editorial de Kate Moss y el Todo Internet (o el Nada Internet con el anonimato como escudo y una identidad dudosa de alguien que firma como nadie) se avalanza a comentar. Y, eso, ¿cuántas lo consiguen? Moss sigue de moda queridos, muy de moda.

Y, también hay nerds. Hay literalmente socorristas de piscina ceñidos en lycra todos con esa mezcla tan atractiva para el verano que da la piel -algo- quemada por el sol y el cabello rubio resplandeciente bajo su (propio) brillo. Y, como este es un editorial de ficción realista, también hay nerds. Camisetas, blancura victoriana -sí, es el eufemismo de lechoso-, gafas de pasta y algo que dista de ser un cuerpo diez. Digan lo que digan, él tendría que haber sido Marc Jacobs. Y, eso hubiese sido un puntazo. Quizás la insoportable lesbiandad de la mujer que mira y mira fotos de mujeres (en vez de compartir lógica con el sexo masculino y admirar los torsos del sexo opuesto) en las revistas esté caduca o, eso o, cada vez hay más homosexuales que leen revistas y para los que saber qué vestido favorece sus curvas es, cuanto menos, poco interesante. (Y que nadie me diga que tengo homofobia porque hasta yo puedo salir con “qué dices, yo tengo un buen amigo que es gay”.)

Y, al final, sabes que lo que también hay es tendencia porque, digan lo que digan, esto sólo sirve para vender ropa. Dijeron que la Costura no vende ropa porque es arte, el pret a porter no vende ropa porque es -a todas luces- caro y que lo que vende ropa es no saber qué ponerte para salir con tu novio/amigos. Y, por eso, al final, sale la apuesta de la moda actual que es Balmain con una mezcla actual y revisada de los setenta con su glamour, su naturaleza y su falsa realidad o su verdadera y locuaz irrealidad. Y, es por eso, por lo que son dos rubias las que cierran el editorial. El icono y la promesa. Kate Moss y Lara Stone o, bien mirado, dos vestidos, un diseñador, unos precios, una marca, una etiqueta, dos modelos y tres personas. Quién sabe nada o, peor, quién quiere saber. W.