JPG, El Modisto Con Nombre De PC

Le siguen llamando Enfant Terrible de la moda aunque él siempre comenta que el niño se ha hecho mayor, sesenta ríe, sesenta veces que calla. Él, moderno donde los haya, aplaudido entre los aplaudidos y aceptado en el sigiloso mundo de la Costura a la vez que aclamado en el pret a porter se divide; pasa su tiempo en Gaultier, se entrega a Hermés y cualquier día tiene un fotolog que se llama JPG. El modisto que tiene nombre de archivo de imagen de Microsoft, el modisto que se dedica al egolog, un modisto, Un Modisto.

¿Quién iba a pensar que el hombre dueño y señor de la última marca de verdadero lujo, Hermés, coquetea con la neomodernidad? Quizás Narciso ya no se ahoga, quizás ahora le asesine el engendro de Vattimo porque, lo que ellos buscan, no es un mito. Es disimular su mediocridad. ¿Cuándo se democratiza la vanidad, existe la vanidad? Es como pensar que todos puedan tener un Fortuny o caminar impregnados del aroma de Le Dix de Balenciaga? Si todo está democratizado, si todo es del pueblo, si todos pueden llegar a todo, pierde el valor. Por eso, para nadie es un hito “que sus labios vistan de Dior” y, tampoco lo es llevar un 2.55. Quizás sea demasiado fascista la afirmación -lo sé y es un problema- pero es como cuando a Nietzsche le tachan de fascista (¿Oh por favor!) pero, ¿socialismo a 1.000 dólares es socialismo?

Lo cierto es que el último eslabón de una cadena ya tocada por la modernidad, pasmosa, monstruo, devorada, es que Jean Paul Gaultier, más democratizado, muy socializado y más masificado se ha -va a- convertir en la marca del momento. Cualquier día veremos al logo de Gaultier en las garras de la copia en masa, cualquier día veo a Monsieur/Enfant Gaultier adorado por la modernité. ¡Y yo que pensaba que iba a ser Yves Saint Laurent el próximo maestro de la aguja alzado por los mediocres! JPG, el hombre que sustituye a las tres siglas mayúsculas, del único YSL. Algo irreverente, algo descuidado, algo poderoso. Poder.

Dijo Pierre Bergé que Yves Saint Laurent dio el poder a las mujeres, ahora, el querido e irreverente Gaultier les corta el pelo. No lo hace figuradamente, lo hace de forma real, coge a un ¿icono? -risa malvada- de la modernidad (ahora que lo pienso quizás sí que es icono, no para todos pero sí para unos pocos. Cualquier día la veo en un cantar de gesta moderno o en un milagro mariano) y le corta el pelo. La quieren equiparar a la musa de Warhol, Eddie, y se queda en el tópico. También, la insondable femme -por no poder llamarla dama sin que las arpías corten el hilo de mi vida y la trama de esta historia- rompe -Irina, Kate Volumen II- el mito de la modelo actriz, que se subleva porque ahora -todas- son cantantes. Ahora, Jean Paul Gaultier es moderno… Los tiempos cambian.

Y es que el hombre del escándalo, el irreverente francés, el sutil parisino, el hombre de la camiseta a rayas, de Madonna, de los pechos de Madonna, de la pasarela de Madonna, del show de Madonna, del bustier de Madonna, del marinero con ancla, de la tísica desnuda cubierto el pecho, de la Gilda embotellada, del perfume frágil y la mujer fuerte ha caído a los pies de Agyness Deyn. ¡Es de verdad? Esa es la pregunta que todos quieren oír aunque, si al Monsieur/Enfant Gaultier le interesa lo más mínimo la comercialidad, quizás lo suficiente para cuidar sus excesos en la poco rentable Costura, el egolog es una tarjeta de crédito dorado, con mucho oropel pero puro plástico. Dinero bancario, perfume vacío y aroma podrido. ¿Es Gaultier? Oh la la, je ne sais quois. No.