Hay quien piensa que la colección de Prada primavera verano 2012 es blanda, dulcemente adolescente e indolentemente juvenil. Yo, evidentemente, creo lo contrario. La dulzura de la colección es una apariencia, bajo ella, se esconden unos ideales poderosos entremezclados con el eclecticismo propio de los hijos de nuestro tiempo. Lo que sí que encuentro ligeramente distinto con otras colecciones presentadas por Miuccia Prada es que, esta, a diferencia de las otras, es favorecedora. En Prada se hallan inmersos en la conceptualidad y el mundo del pensamiento críptico y a veces, en sus delirios de convertir a las mujeres en ninfas o en ranas de charca -qué se yo- se olvidan de ese lastre de la cultura occidental: la belleza -de la mímesis-.
Sin embargo, esta es una colección -a primera vista, al menos- más fácil. Ni hay monjas reprimidas sexualmente pero con el deseo a flor de piel a punto de rasgarse las vestiduras, ni hay jugadoras compulsivas de ruleta rusa ni socialistas convencidas que protestan vestidas de YSL en la comuna; Prada vuelve a los orígenes débilmente pero con paso firme.
Prada sigue fascinando con los años sesenta, esos en los que todo era posible. El hombre iba a llegar a la luna -incluso los pobres humanos pueden ir montados sobre un cohete (sigh)- y la velocidad, la carrera espacial, la lucha de bloques, la Coca Cola y las máquinas eléctricas revolotean bajo la prosperidad nacida tras la II Guerra Mundial.
Lo fascinante de los años que Prada describe, que propone para nosotros mismos, es que tienen una apariencia desenfrenada de años 50s. Ellas, con el pelo impoluto. Las joyas, discretas. Los zapatos, de tacón fino. La falda de vuelo y el abrigo de manga francesa para ir el domingo a la iglesia. Un traje de baño con pedrería para la piscina de la urbanización. Y un coche rápido para quemar el asfalto.
Miuccia Prada propone a una mujer que es agresiva sin serlo, que bajo la garra de seda, esconde un filo de acero. Hay pequeños saltos cualitativos en las colecciones que proponen desde la marca para los años 60s, hay suspense y tragedia mascándose en el ambiente perfectamente opresivo; hay luces de neón, absurdo y comicidad para los perdedores; hay adolescentes que se vuelven conscientes, de repente, de que existe el erotismo y las bocas fruncidas a la francesa, groupies y guays del palo del Londres vibrante de los Beatles y -mis favoritas- las damas de hielo.
La nueva mujer que Prada propone, continúa en la estela de los años 60s que, al fin y al cabo, son con los que Prada comenzó su carrera. Faldas de vuelo, secretarias, gafas de sol sacadas de un delirio tecno, mujeres que parecen mujeres y no por ello son menos poderosas, barras de labios estampadas en las faldas, tacones con los que no se puede correr por el césped de la casa con valla blanca y el cabello pulcramente -y artificialmente- perfecto de peluquería. La propuesta de Prada, está clara.
Hay una historia para la joven recien casada que hace su luna de miel en Roma y que corretea por la Fontana de Trevi como una americana alocada que, es lo que es. Por la noche, aguarda la cena y el baile y, qué bonito es bailar en la ciudad de las siete colinas, como una princesa esperando a ver si un periodista te hace una foto con una guitarra... Un paseo en Vespa y la melena volando por la ciudad, un helado y un cigarro e incluso una copa de champagne. Luego, en América, esperarán los hijos, el futuro, el perro, los ascensos, los momentos difíciles y las discusiones pero... ¿ahora? Todo eso queda muy lejos.
Si tuviera que describir en una sola palabra la colección, diría esperanza. USA es más fuerte que la URSS, un americano pisará la luna, nuestros hijos serán perfectos y puede que hasta lleguen a Presidente, Kennedy ganará las elecciones y Jackie le enseñará al mundo que las americanas pueden ser elegantes, los negros se igualarán a los blancos y las mujeres se dejarán caer en los brazos de sus maridos amados.
En otras palabras, confianza en el futuro. Los años 60s fueron bastante ingenuos, por un lado, Cardin y Mary Quant y Courreges hicieron creer a las mujeres que pronto se iban a vestir como astronatuas porque las casas de vacaciones en Marte estaban a la vuelta de la esquina. Los hombres creyeron que podrían tener todo lo que deseasen ya fuese un Cadillac o la esposa más bella de la fiesta. Los jóvenes nacieron convencidos de que vivían en el mejor mundo y que era posible -incluso- mejorarlo. De hecho, la búsqueda del paraíso perdido es típica de los 60s, años de una fugacidad imperecedera.
Y, sin embargo, nosotros mismos seguimos siendo bastante ingenuos y no solo porque nos gusten de verdad las Stephord Wife, los cuentos con moraleja, la serie Mad Men, el humo cegando los ojos y ver a Marilyn contoneándose ante el Señor Presidente o sobre unas tomateras... Quizás, lo que Miuccia nos quiere decir es que bueno... los 60s fueron -a su manera- un dulce paraíso, con sus momentos amargos. Pero, ¿podemos volver a revivirlo?, ¿queremos?. Miremos adelante. En la próxima curva, hay mujeres perfectas y, ¿en la siguiente?... sigamos buscando el paraíso pero no uno que perdimos, sino el que fabricaremos.
8 comentarios:
A mi la prada me parece una fascista de cuidado...
Y, ni que decir tiene, que le jode ser fea...
Cada vez mejor, con más contenido y más expresivo, si cabe...una delicia...
Bss
M.
Variopaint. :) Mua
Gracias por el post!
http://www.laflorinata.com
La florynata. Un saludo
Me parece delicioso lo que escribes... Por curiosidad, a qué te dedicas?
Un beso,
Ade
Ade. Pues a vivir. De veras. :) Un beso
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