
Balenciaga era tremendamente austero dicen que incluso, sumido en una profunda religiosidad sobria y destellos opacos del pasado español. Su casa siempre fue española, tanto en dirección, inspiración como espíritu; sus estancias siempre minimalistas pero cargadas de policromías religiosas, ansiedades católicas y una devoción sacrílega por el negro, tono de luto, tono de Iglesia y sus colecciones siempre elegantes, refinadas y soberbias al extremo. Grande de los grandes, citando a Monsieur Dior: “El maestro de todos nosotros”.

Balenciaga tomó dos alumnos, Courréges y Ungaro que se dedicaban, en cuerpo y alma, a aprender del más grande de los modistos de París, del más grande de los españoles; de uno de los más grandes de la moda. Cuenta la leyenda (negra) que sólo Balenciaga tuvo un competidor y que casualmente, fue Courréges. Sus estilos no tenían anda que ver, Balenciaga era sobrio, clásico, austero y sutilmente elegante; Courréges era futurista y su estilo convenció a todos y el todo París aplaudió. Bien es cierto que Courréges ha pasado al presente como una “marca menor” fruto de la contemporaneidad mientras que Balenciaga es un símbolo de elegancia y de una era. Pero lo cierto es que Courréges se liberó del “pasado” heredado de Balenciaga y desafió a sus orígenes apostando por un futuro en vez, de por clásicos.

Cuando Balenciaga se retiró, siempre fiel a su política exclusiva, resumida, extremadamente lujosa y austera el mundo de la moda lloró y sus clientas se deprimieron. Pero, poco tiempo después llego Ghesquiére que, sin duda, es Courréges II. Balenciaga es una marca con un histórico fascinante, un pasado plausible y una arquitectura y un diseño siempre actuales. Decían que Gianfranco Ferré era el arquitecto de la moda, cierto, pero Balenciaga lo fue antes creando, innovando y añadiendo teatralidad y sobriedad a la moda.

Ahora Ghesquiére, niño mimado por la moda; creador atrapado en un delirio futurista en una marca del pasado se siente en la cúspide, rozando el éxito y sentado en el trono del poder, todo lo que él toca se convierte en tendencia y, posteriormente en oro. Parece mentira que alguien cuyo trabajo actual diste tanto del de Cristóbal balenciaga sea tan aplaudido y que el mundo de la moda, sobre todo ése mundo de la moda que se considera cuna de las verdades absolutas; le aplauda, le alabe y extienda la Alfombra Roja para el creador.

La casa Balenciaga debe tener una leyenda, todo el que pasa se enamora de su pasado; aplaude su presente y cae rendido ante su futuro. A Ghesquiére le ha pasado eso; sus primeras colecciones eran un canto al pasado de la firma, a los cortes, las estructuras y los colores de Cristóbal Balenciaga, el maestro de la moda; pero ahora, desenfrenado y en una orgía de autocomplacencia y de tendencias marcadas, futuras y conquistadoras que, aún no lo entiendo, han llegado a la calle.

Sencillamente, Ghesquiére sufre el llamado proceso de pashminización; primero fue marginal; luego comprendido; posteriormente comercial; luego un destello de pasión y ahora, algo totalmente quemado, un juguete roto que dirían aunque, que vale su peso en oro. Dicen los rumores que podría volver la línea de
Haute Couture de Balenciaga, sinceramente, ruego por que no.
Toda la Costura debería morir con su creador (y la marca creo que también) siguiendo el ejemplo de Saint Laurent. Pero, ¿Qué pasará con Ghesquiére cuando surque el histórico?

Sencillamente Ghesquiére es un mecanismo del engranaje de la moda social y lujosa al mismo tiempo; es el propietario de la idea que se vulgariza; un hombre que olvida el significado de lujo en sus creaciones (
salvo en el precio) y que se decide por el multiculturalismo comercial, por las cifras; y que se ha convertido en el estandarte de una generación abnegada al culto de la tendencia cauda y al reinado de lo contemporáneo.

Ghesquiére ha hecho un buen trabajo en Balenciaga, ha conseguido devolver a la firma a las portadas y convertir el nombre en una simbiosis entre lo moderno y lo clásico, pero, él no es el hombre Balenciaga y, mucho menos el poseedor del efecto Balenciaga. Ghesquiére es sólo un peón sacrificado por el rey del tablero, Monsieur Cristóbal quien, espera una buena jugada sacrificando a un, genial por otra parte, delirante diseñador más propio de Comme Des Garçons que de Balenciaga y, más propio del círculo del opio y del arribismo que de la cuna de la elegancia parisina. La Sagrada Moda es sinónimo del antiguo Balenciaga. Cristóbal Balenciaga era, un visionario y, un maestro amén de un genio y el único modisto de la moda. Sagrado Balenciaga, profano Ghesquiére.