Vogue Paris, Voguettes

Vogue París es como un bazar. Bolsos de Prada, bolsos de Marc Jacobs, bolsos de Tiscci. Zapatos de Prada, zapatos de Marc Jacobs, zapatos de Tiscci. Vestidos de Prada, vestidos de Marc Jacobs, vestidos de Tiscci. Vogue París es la publicación de los sueños. Carine Roitfeld, Emmanuelle Alt, Terry Richardson. Pueden ser sueños de heroína(s). O de villanos. Dirty Chic. Boho. Gipsy. Preppy. Y, al final, Chanel pasa a la historia por un vestido negro. Así es la vida. Vogue París es el recluido mundo de los intelectuales. Por eso de Morgana y Merlín. O por eso de los castillos del río. O por eso del Rey Sol. O por los sans culottes. O por el terror blanco. O por Napoleón. O por casualidad.

Vogue París es algo elitista y, al mismo tiempo reconocido. Es algo así como “he visto una película de Godard”. Interesante. Pero en cada ciudad hay, al menos, dos cines que la tienen. “Tengo un vestido de Lanvin”. Ya. ¿Y cuántos más hay?. Pensemos. Encontrarte en una fiesta el mismo vestido de Zara es horrible, encontrarte el mismo de Lanvin es mucho peor. ¿Exclusividad significa uno o pocos? Si es una fiesta de Alta Sociedad vaya de Zara, ellos visten en dos calles y, las propuestas de Chanel no tienen el mismo ritmo que las del Dios Español. Seguro que nadie le copia. Pruebe a llevar un vestidito negro, un traje de Armani o una ristra de perlas. Un abrigo de leopardo de Oscar de la Renta, una falda larga negra con camisa blanca de Carolina Herrera y un 2.55. Ya verá.

Carine Roitfeld es el emblema. El Emblema. Ni es guapa, ni es joven, ni es elegante. Pero tiene estilo. Repite ropa, se pone una falda vaquera para ir a Chanel. Tiene dos hijos. Se pone zapatos de aspiraciones sadomasoquistas y sonríe. Aires de diva, tiene. Pero, ¿quién no?. Emmanuelle Alt es la otra musa. Estilista es como lo llaman. O sea, combinar una chica de largas piernas que está demacrada con un callejón estrecho de París y un vestido de Gaultier. Es difícil o ¿parece fácil?. Material adecuado. O estupidez indómita. Terry Richardson puede parecer obsceno, es un rupturista. Sí, claro. Y el leopardo es vulgar. No queridos, falta de miras. O, subestimar el trabajo de un pervertido.

Lo que es cierto es que lo que antes era experiencia, trabajo y talento ahora es zapatos de tacón de diez centímetros, grupitos que cuchichean en las esquinas de las pasarelas para hablar de lo próximo que se comprarán o falsa filosofía barata. De esa que se puede leer aquí. Sí, en estas líneas. Que ya lo sé, que no es una verdad de otro mundo. Que no hace falta demasiado para verlo pero, precisamente por eso. Por eso no se ve. En criminología hay un precepto que dice que lo primero que hay que hacer si se quiere esconder algo es, dejarlo a la vista. Como en El Pianista, ya saben, dejan los islotis en la planta y tapados por un papel. O como quien esconde los diamantes en migas de pan, antes de que se los coma el perro -claro- porque nadie mira el pan. Pues eso, enviadas divinas o estúpidas de cabellos largos.

A veces uno acaba entendiendo los tópicos. Entiende el porqué las rubias se divierten más, el porqué uno no puede fiarse de quien ni fuma ni bebe, el porqué las mujeres tienen muchas ideas que no valen nada y el porqué la moda es frívola. No digo que sean ciertos, digo que algo tienen de ciertos. Es un matiz. El mismo por el que pagar cienmildólares por un bolso feo sólo porque tiene un logo impreso o, el mismo por el que todos reverencian Prada cuando saca a monjas-amish-bibliotecarias-feas a su pasarela. Matices. París es París y esto es Internet. Aquí todas las verdades son mentiras y, todas las mentiras son verdades. ¿Interesante no?

Vogue París no es la filosofía aplicada a la moda de nuestros días. Del mismo modo que el desnudo artístico será artístico pero siempre es un desnudo. Del mismo modo que hay muchos mediocres pero muchos -muchos- (muchos) genios. Claaro. Hombre, claaro. Claro con doble “a”. No para dudar, para dar énfasis. Ironía. En fin. Para que luego alguien me diga que le gustan las imágenes. Es como decir que del David te gustó la luz o que, de París te gustaron las tiendas. Grandezas. Nimiedades.

Vogue París es poco comercial o muy comercial. Todo depende del punto de vista con el que se mire. A ver, si ya sabemos que Vogue no critica, que no es una revista de Moda, que no tiene buenas reflexiones, que no es interesante y que solo es bonita sin llegar a ser bella. ¿Qué hacemos con todos esos que se creen que leen la Biblia? Pues Vogue París. Que criticar, no criticarán. Pero, sale Richardson con sus jovencitas sudorosas revolcándose en/con diversos. Que sale Carine con su divismo, su carisma, su prepotencia. Que sale Emmanuelle que sale en The Sartorialist y que combina estúpidas con prendas puras para parecer/ser. Y, por eso todos adoran a Vogue París. ¿Fácil o difícil? Qué más da…

Vogue París es un bazar. Y qué, tiene editoriales buenas, modelos peculiares, protegidos, reflejos interesantes en el espejo y una marcada línea editorial. Todas sus señoritas visten de Alaia, de Chalayan o de McQ. Todas tienen un bolso de Prada. Todas. Todas. TODAS. ¿Y qué? No compro las cosas. De hecho, no compro la revista. Sólo Vogue España que para algo la hacen y en algo tengo que gastarme el dinero. Pero, tiene que haber un mundo para todos. ¿No? Para los feos ya está Prada. Ahora la que no era la tíabuena de la clase puede serlo gracias a que la roja de corazón la sube a la pasarela. Ahora los modernos tienen un buen escaparate. Los eclécticos, un mundo a su medida. Las fashionistas, Vogue. Los interesados, otras plataformas. Y, mis lectores, mi prosa. No critico, solo lo comento. Me parece bien pero, Balenciaga es basura. Cristóbal Balenciaga era un grande. Diga Carine lo que diga. Y, la Odisea es un aburrimiento. Por pesada, por lenta y porque ésa no es la historia que yo me sabía antes de leerla. Por eso, Vogue París está bien, ya sabes lo que es. Kate Moss, Sofia Coppola, sexo, drogas y rock and roll. ¿Qué más quieres?.