La colección de Louis Vuitton, otoño invierno 2011, diseñada por Marc Jacobs ha sido muy criticada. Atrás quedaron los delirios de Oriente y volvemos a acercanos a las mujeres con curvas que hicieron que los círculos "fashion" viesen el potencial de las modelos tipo Victoria Secrets con su buche, sus caderas y sus, !sí!, pechos turgentes. Nalgas, vientre y escote se convierten en los puntos neurálgicos de una moda que pretende ser menos tóxica que la habitual code adolescentes tísicas y contoneos absurdos.
En este caso, las mujeres del pasado otoño invierno vuelven a la carga. Pero la segunda ola del feminismo ha hecho una clara mella en ellas. Ya no se trata de ser jarrones, de ser secretarias, de perfumarse con Chanel Nº5 y comer modositamente para descocarse un poco bebiendo cócteles en fiestas y probando hombres. Ahora se trata de límites.
¿La puesta en escena? Unos delirantes ascensores antiguos, con reja y clin de la campanita a la llegada y una escalera por la que se convierten en la masa, en fila de a uno como le gustaba a Fernando VII, claro. Es evidente que la colección trata de los límites. Una vez liberadas ya no se contentan con ser iguales que los hombres sino con ir mucho más allá.
Ahora llega el cuero, el bondage y el sexo y el fetichismo. Lo que ocurre en este espacio indefinido en el que los ascensores te abandonan, se queda aquí. Nada más que un suelo ajedrezado, nada más que desconocidos y, precisamente, ahí reside lo excitante. La mujer de Vuitton puede que fuera de esta máquina del sexo nada biológica y puramente animal, sofisticadamente animal, quizá sea algo distinto. Pero eso no importa. Una vez que sale de este cubículo de perdición y desenfreno, se convierte en una más. En alguien al que no se conoce. En alguien que no importa. Aquí es dueña y señora, fuera... un cuerpo más en el transporte de sus pies, en el metro, en un vagón perdido a una casa sola... aquí es carne trémula.
Misteriosa, perdida, atada a los lazos del deseo, malévola. Carne enfundada en ropa. Prendas entre pliegues del cuerpo. Un aperitivo de lo que vendrá bien. Tanta seriedad en los hombres de los ascensores no augura nada bueno, nada mejor, al menos, que la pura carnalidad, magnetismo y puro ardor febril.
Yo pese a lo que Marc Jacobs cuenta, solo veo en esta colección dos cosas: Rusia, miren ustedes los manguitos, las verjas del palacio de Invierno, las gorras moscovitas de la revolución, la camadería, los planes quinquenales, la propaganda roja, la eficiencia del estado organizador, el frío del General Invierno y a Anna Karenina, amante, amada y trágica. En el último segundo, como quien se lanza a la vía del tren, se lanza a la masa, al vulgo, a la escalera del descenso del cielo. ¿Se arrepiente? Quién sabe... qué sabe nadie. Ya solo queda el destino de su bolso, en este caso, un Vuitton.
6 comentarios:
Inventar y reinventar, usando siempre el mismo modelos base, la mujer. Eso es lo que me sigue fascinando de la industria de la moda. Que siempre es susceptible de que se le de una vuelta de tuerca más que vuelva a tergiversarlo todo y consiga volver a sorprendernos e ilusionarnos con historias que hablan a través de la ropa.
He de decir que me encanta lo que Jacobs está haciendo con Vuitton.
;)
La Blonde. Me gusta tu foto de perfil. El cuadro, me refiero. Vuitton por Jacobs es un fusilamiento de otras cosas pero bueno, qué se le va a hacer. Podría ser peor. Un beso
Muy buen blog!
checkea el nuestro!
http://thefirst-million.blogspot.com/
Andrew. Gracias
las chaquetas como la primera acharoladas me gustan muchísimo. Aunque esta tendencia ya la ha presentado en la winter collection burberry para esta temporada no ha llegado aquí...
www.barcelonette.net
Barcelonette. Un beso
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