La Vida Sencilla, Michael Kors

Por esto me gusta la pasarela de Nueva York en la que, si veo Chanel o Dior es entre el público. Es una pasarela comercial o lo que es lo mismo, deseable. Veo prendas que se pueden llevar a comer a un restaurante, a una primera cita, a un picnic, al trabajo, a una fiesta y a casa. Los americanos no se complican mucho la vida, y qué bueno es eso.

Bandera en el patio. Dios los domingos. Y la Coca Cola.

Luego, si me apuran, sólo ganar dinero y gastarlo. Y, entre medias, divertirse y vivir. Ya hemos muerto demasiadas veces con las botas puestas. No se suele ver nada que te enamore profundamente. Ni siquiera -diablos- te puedes poner casi nada para ir a los Oscar y en cambio te puedes poner todo para ir a Los Hamptons, la playa o a escribir una novela sin tinta y sin páginas por la ruta 66 sobre una Harley...

Veo a las chicas de Kors y me gustan. Son saludables. Puede que tengan la chequera llena pero, desde luego, no son presuntuosas ni nada de eso. Sólo tienen dinero y lo gastan. Pasean entre la arena con las olas salpicando sus pies. Toman el sol con una pañuelo. Van al campo con pantalones cortos, una botella de agua y una bici con cesta y cuando se quieren ver guapas, ven la vida de color rosa.

Todos sabemos que Michael Kors no es Alexander McQueen. Ni falta que hace. También tiene un tipo de mujer. Una cosmogonía propia y uan visión concreta de cómo son las cosas. No es un genio, probablemente no. Pero, ¿quién cuelga un Munch en su salón?.

Porque, a veces, nos gustan las mujeres de verdad.

De las que viven. Y aman. Y todo.