¿Para qué necesitamos París si podemos copiarnos a nosotros mismos?

Ésa fue la premisa que sirvió para que la moda americana surgiera como una nueva fuerza en el mundo de la moda, desterrando, de cualquier manera, la hegemonía parisina de la Costura. Ahora el mundo de la moda que antes era el Todo París es Nueva York; la inspiración de la nuestra Italia es Miami; Chanel es Los Angeles y Louis Vuitton es la América profunda con delirios de grandeza, Balenciaga se rinde ante un séquito de estrellas y Giorgio Armani saborea las mieles del éxito del sector financiero americano.

América está de moda y no sólo porque Karl Lagerfeld experimente una pasión (i)rracional por el país de las barras y las estrellas colmando sus colecciones del tricolor (común a Francia) estadounidense; del logo que tanto gusta al otro lado del Atlántico y de una pasión por las celebrities y por el denim. Barras y estrellas en Chanel y el ocaso americano en Vuitton con el siempre delirante Marc Jacobs que además de ilustrar (cómic en mano, Bob Esponja como ídolo y una magistral comercialidad) sus colecciones se inspira en la América “ecléctica” y capitana de la moda en el período de la II Guerra Mundial.

Por si fuera poco, llegan las odas americanas a la moda, continua y con aún más fuerza que antaño (si es posible); vuelve Tom Ford todo carne y sexo al unísono del restallar del látigo texano; Anna Wintour, todopoderosa donde las haya o, el tándem del lirismo clásico y pálido de Ralph Lauren y, Tommy Hilfiger. También hay que mencionar al nuevo Saint Laurent del conceptual Pilati o a los delirios de grandeza de Oscar De La Renta para neoyorkinas High Society. El fenómeno Marchesa está en alza, el Nuevo Valentino que dirían y que, dado la entrada de Fachinetti en la marca, su precolección invernal y esa sonrisa malévola que deja en todos los que han visto su trabajo que se convierte en lágrimas tras ver el show completo hace que, París muera cada día un poco más.

Los grandes detractores de la Costura afirman que París ha muerto y que ahora América es la nueva fuerza; y, debo confesar que en parte llevan razón. América es comercial, todas sus propuestas se venden, se aplauden y se desean (cotizan) en todo el mundo. Europa es más conceptual, está dedicada al arte pero de vez en cuando y tras la llamada del hombre de negocios, París se convierte en esclava del capital y, en su sirvienta y las cifras importan y, de repente, la Costura se embarga en halos comerciales; las musas se convierten en estrellas; la inspiración se vuelve dinero y el espíritu se torna en decepción.

En mi opinión, la Alta Costura parisina es irremplazable; la moda siempre ha mirado a Europa y, en París siempre ha coexistido la comercialidad con el lujo radical, opulento y comercial pero, por otro lado, América, Nueva York como centro de las tendencias, de las socialities y de las personalidades del mundo de la moda surge como centro puntero. Aunque, si hay que escoger, citando a Balenciaga iría: 2La moda es arte; muévete a América y encontrarás todo prefabricado.” ¿Acabaran comprando los orientales prendas envasadas? ¿Moda de usar y tirar? Ésa es al diferencia, París y su moda se tornan en arte, eterno. Nueva York y sus tendencias caducas, en insignificantes vaivenes.