Ralph Lauren, Far, Far Away

Nada que decir, nada que objetar. Ésa podría ser siempre la crónica de, por ejemplo, Ralph Lauren o de, por ejemplo, Oscar de la Renta. Además, a ambos se les dan bien las princesas judías de Nueva York que viven en la 5º -o casi- y que veranean en La Playa -aka Hamptons- en una casa de 4.5 millones y cientos de metros. Pero, se les dan bien de forma muy diferente.

A Ralph Lauren le gusta irse más lejos que a Oscar que siempre piensa en bailes, en recepciones, en tomar el té, en ir de compras. No me malinterpreten, ambos son maravillosos snobs pero si a Ralph le gustan los indios, el lejano oeste, el colono, el aire victoriano, My Fair Lady y los vaqueros y el caballo del polo, a Oscar de la Renta le interesan las pieles, los colores fuertes y las wasps.


Ralph Lauren ve la conquista del Oeste. Las indias, bellas a morir, con sus flecos, sus vestidos de antas, sus tipis, sus carcajs, las flechas, la canoa de madera, la chaqueta suave curtida con las propias manos y las manos rojuzas y el cabello tan negro que parece azul.

Pero también ve la parte de las diligencias -Ford, John Ford con su oeste y, a ser posible, Gary Cooper- y las señoras a punto de desmayarse por el corsé o por los indios, no sabe uno muy bien. Y el tomar té, y los yankies, y las botas, y los caballos hermosos levantando el polvo rojizo del desierto y las cabañas de madera y la taberna y el sheriff y la chica del Saloooooon, vaquero.

Y a Grace Kelly. ¿Por qué no? Grace llegó en su diligencia, fría como el hielo. Pero tan hermosa. Una mujer de armas tomar que es un cisne y una lagarta y que, vive para vivir. No se relaja ni por un momento. Esto será el Oeste pero ella, joder, ¿el Oeste?.

Y a las indias hermosas de las que se enamoran los colonos. Que son bellísimas. Con una belleza mística, profunda, mágica, encantadora. Y que enseñan las piernas. Para qué más...

Y...

Bueno, ya saben que las buenas películas, acaban con una boda.

Aquí, el vestido.