Lanvin, Parisinas En La Rive Gauche

Las parisinas de la Rive Gauche son mujeres de verdad. Fuman, beben y aman. Son una suerte de femme fatale que espera la mañana contemplando la luna reflejarse en el Sena mientras caminan golpeando sus zapatos de tacón contra las aceras de un París que empieza a despertar.

Camina segura, confiada, entre los ruidos del mercado de París, de los primeros ajetreos que devuelve el alba a los madrugadores y a los transnochadores. Observa a los señores de traje y corbata que se apresuran a sus trabajos con maletines bajo el brazo y que ella conoce tan bien. No como esposa pero sí como amante.

Observa a las secretarias, a esas "pequeñas telegrafistas mal alimentadas" con sus abrigos de paño azul marino que las envuelven y los deliciosos moños envolivéndolas mientras agitan entre sus guantes de lana azul las llaves del portal y, quizás, sonríen por la cariñosa despedida de su novio. Se regodean en su deliciosa y comfortable existencia burguesa. Y, ella les observa.

Se promete no ser como ellos. Traidores que jugaron a ganar. Mentirosos que ahora besan a su mujer en la frente. Queridas recombertidas en respetables señoras. Secretos tras la puerta que comprometen. Se promete no rendirse.

Ella no es como ellos y nunca lo será. Ella sólo le debe cuentas a la muerte. Y, cuándo llegue, lo único que importa es lo que ya has vivido.

Ella ya sabe que llegará un día en el que sus acompañantes la abandonen y el cielo se oscureza pidiéndole saldar su deuda pero, no importa. Vive en un mundo donde te quitan todo salvo lo vivido.

Donde esperanza es todo lo que tienes.

Donde sólo tienes la noche para vivir. Donde el resto son sombras huidizas. Donde sólo vive el corazón envuelto en frío diamante. Donde solo son damas las putas y putas las damas. Donde camina la vanidad y el orgullo con la desidia y la tristeza.

Donde París reluce de día pero no para ella. Donde ella tiene un secreto. Y miles.


Donde París es ella.