Dior, Cercano Oriente Parisino

Galliano vuelve a hablar de la sensualidad oriental de los años 20s. Pero de ese Oriente tan cercano, tan nuestro que vive en las sederías de París, en los sugerentes contoneos de Mata Hari.

En el art decó, en las peinetas de carey, en los vestidos de seda y satén, en las polveras escondidas en los bolsos de raso. En las salidas nocturnas a contemplar la noche. La luna.

De ese Oriente que sabe a lámparas de aceite, a sándalo y a incienso. A bergamota. A especias. A opio.

A misterios, a princesas ocultas, veladas con recelo. A celosías, a laúdes, a cascabeles.

A mil y una noches y muchas más.

A ese Oriente que suena a Arabia, a China, a Shangay. Sabe a loto y a estanque. A iChing. A batín de seda, a dragones rojos, a tés de flores, a estanques de carpas japonesas.

Siempre visto por un "intrépido" europeo. Por el ojo inocente de quien espera emperatrices, geishas, maravilla japonesa. De quien espera especias, sedas, esencias. Capturas de un país en un pedazo de tela.

Para damas refinadas que creen que libertad es cortarse el pelo. Para damas refinadas que sellan en lacre sus confesiones y retuercen sus pasiones en vueltas en perlas centenarias traídas de la China y collares de diamantes arrancados sin piedad de los ojos de Brahma.

Para damas refinadas que juegan a ser princesas de Oriente indeciblemente bellas, indescifrablemente complejas.

Para damas que en Francia compran en Dior. Para damas que se visten de Maharaníes para una velada en la carpa árabe al lado del Sena. Para damas de Arabia en Francia. Para damas que huelen a Nº5 todo el año.

Para damas que por una noche juegan a ser Sherezade y rezar por ver el alba.