Nueva York es una ciudad donde todo el mundo se pasa la vida intentando ser quien no es. A Nueva York se llega en busca de un sueño y uno se encuentra en un precioso mundo conectado a todo lo demás con puentes que nunca cruza. Uno se topa con la línea del horizonte.
Nueva York en otoño sabe a hojas caídas, a café con leche y a la 5º Avenida. Extrañamente sabe a la vieja Alta Sociedad que siempre ha tenido sus templos entre la 5º y la 1º. Sabe a conjuntos de Chanel, abrigos de Oscar de la Renta y Manolos. A papel de seda y a sombreras y a boquillas largas que tintinean al mover un brazo enjoyado. Nueva York tiene el mismo olor que Vogue, páginas dobladas y recién entintadas. Saben a cenas por la noche y a cócteles. Sabe al viejo Nueva York que toma el sol con un sombrero velado en Los Hamptons.
En invierno, Nueva York sabe a Navidad. No hay Navidad como la neoyorkina. Sabe a euforia de compras, a guantes de lana y a jerseys de cashmere de todos los tonos. De hecho, Nueva York suena en invierno a papel hecho crujir de regalo y a cintas doradas. También sabe a dinero, mucho dinero. Y brilla encendido en mil luces. En invierno, Nueva York luce en blanco y negro, labios rojos y melenas rubias. Sabe a el Plaza y a martinis. Sabe a Capote y a Sinatra. Suena a doce campanadas.
Cuando llega la primavera, Nueva York sabe a Nolitta, a casas de ladrillo rojos y tiendas curiosamente provocativas. Nueva York sabe a chicas coquetas que desafían al peor asfalto del universo con sus altos tacones. Sabe a pastelitos y magdalenas entremezcladas con pasta italiana y picnics en la hierba. En primavera, dan ganas de ponerse vestidos de flores y foulares de seda estampada que no combinen entre sí. Dan ganas de preocuparse de combinar el bolso y los zapatos como las señoritas de los barrios residenciales de los 50s que decían mecachis.
En verano, Nueva York es la mejor ciudad del mundo. El calor sofocante hace mella en la ciudad. Los taxis amarillos zigzagean por calles con mucho menos tráfico del habitual y nadie pasea por la calle. El calor es insportable. Central Park está lleno de insoportables neoyorkinos a la hora de comer sin zapatos ni calcetines y con la corbata floja. Las terrazas están llenas de señoritas que comentan sobre su cena del viernes y sobre los escaparates de Vuitton. Pero, lo mejor de Nueva York en verano es la ciudad. En sí.
Nueva York, dama y señora. Para siempre.
Nueva York en otoño sabe a hojas caídas, a café con leche y a la 5º Avenida. Extrañamente sabe a la vieja Alta Sociedad que siempre ha tenido sus templos entre la 5º y la 1º. Sabe a conjuntos de Chanel, abrigos de Oscar de la Renta y Manolos. A papel de seda y a sombreras y a boquillas largas que tintinean al mover un brazo enjoyado. Nueva York tiene el mismo olor que Vogue, páginas dobladas y recién entintadas. Saben a cenas por la noche y a cócteles. Sabe al viejo Nueva York que toma el sol con un sombrero velado en Los Hamptons.
En invierno, Nueva York sabe a Navidad. No hay Navidad como la neoyorkina. Sabe a euforia de compras, a guantes de lana y a jerseys de cashmere de todos los tonos. De hecho, Nueva York suena en invierno a papel hecho crujir de regalo y a cintas doradas. También sabe a dinero, mucho dinero. Y brilla encendido en mil luces. En invierno, Nueva York luce en blanco y negro, labios rojos y melenas rubias. Sabe a el Plaza y a martinis. Sabe a Capote y a Sinatra. Suena a doce campanadas.
Cuando llega la primavera, Nueva York sabe a Nolitta, a casas de ladrillo rojos y tiendas curiosamente provocativas. Nueva York sabe a chicas coquetas que desafían al peor asfalto del universo con sus altos tacones. Sabe a pastelitos y magdalenas entremezcladas con pasta italiana y picnics en la hierba. En primavera, dan ganas de ponerse vestidos de flores y foulares de seda estampada que no combinen entre sí. Dan ganas de preocuparse de combinar el bolso y los zapatos como las señoritas de los barrios residenciales de los 50s que decían mecachis.
En verano, Nueva York es la mejor ciudad del mundo. El calor sofocante hace mella en la ciudad. Los taxis amarillos zigzagean por calles con mucho menos tráfico del habitual y nadie pasea por la calle. El calor es insportable. Central Park está lleno de insoportables neoyorkinos a la hora de comer sin zapatos ni calcetines y con la corbata floja. Las terrazas están llenas de señoritas que comentan sobre su cena del viernes y sobre los escaparates de Vuitton. Pero, lo mejor de Nueva York en verano es la ciudad. En sí.
Nueva York, dama y señora. Para siempre.
19 comentarios:
A mi Nueva York me sabe a tacón y gabardita y un precioso tocado en la cabeza. Me sabe a un vestido de Seda de CK y un foulard de Oscar de la Renta.
y Paris, me sabe a elegancia y a modernidad. Me sabe a feminidad interpretada por chicas como Vanesa Bruno e Isabel Marant y llegada una edad me sabe a Tweed de Chanel y a perlas... por cierto las perlas son univesales a todas las ciudades verdad? pero para saber llevarlas tienes que tener o una edad o mucha actitud. Un beso
W. Las perlas son universales, sí. Pero cada ciudad tiene su perla. Por ejemplo, París es redonda, nacarada y perfecta. Collar a la caja de tres o cuatro hebras.
NY son grandes y en forma de pera. Pendientes. Reloj de Cartier, también. O negras y montadas con diamantes.
Un beso W
Nueva York me sabe a un café americano de dos dólares, al metro en Wall Street y a caminar cuadras inmensas para llegar al MET. Sabe acerdo asado chino y comida mexicana, a pantalones holgados y trajes de dos piezas (con perlas al cuello). Sabe a un mañana de otoño en la que una chica con un vestido negro se baja de un taxi a mirar una joyería.
Besos.
Holly tenías un mensaje mío en el email, te he esperado inútilmente todo el fin de semana. ¬¬ Plutónica
AldOradO. Sabe a Holly paseando por Tiffanys. Digan lo que digan. Un beso
Plutónica. Ahora voy. Un beso
A
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Dios mío, ¿qué es eso? Plutónica.
a mí me sabe a oportunidades para quienes tienen talento. a pelis de woody allen, tiffany´s y a john cassavettes con gena rowlands. al corte de pelo de mia farrow y la semilla del diablo, al asesinato de john lennon y a studio 54, a bianca y sus tuxedos blancos. a todas las tendencias vistas en la calle desde casi siempre. un abrazo, XX!!
nueva york sabe a mango con chilito, del que va ensartado en un palo de madera y cortado como una flor, como los de mi infancia de pueblo.
también sabe a comida china y a sushi japonés y a tacos mexicanos y crepas francesas.
nueva york es la arrogante capital del imperio, la capital en la que todo lo vivo, todo lo verdaderamente vivo, pertenece a sus parias.
Anónimo. Repito, gracias a que me hacen gracia las letras.
Plutónica. No sé. Pero, ¿a qué mola tener acosadores online? No, no tanto. Pero las letras tienen su encanto...
Hummingbird. A caos. A sueños. Un beso
Botica Pop. Me ha encantado la última línea. Pertenece a sus parias. Un beso
A mi NY simplemente me encanta y me sabe a GLORIA en todas las estaciones. Besos
http://inlovewith-fashion.blogspot.com/
NY, una ciudad que despierta con ella los sueños del mundo entero.
Preciosa y minuciosa descripción.
XXX Holly
Stella. Un beso
Pau. Un icono. Un beso
Sería lindo algún día poder conocerla...
Flor. Desde luego...
Yo tengo claro que quiero volver a Nueva York en verano. Quiero achicharrarme por la Quinta Avenida y terminar de sucarrarme en Central Park. Lo quiero!
Es que estuve en otoño, esa época del año ya la conozco, y pasé mucho pero que mucho frío!
un besete
Thesil. Pues hace un calor estupendo. Un beso
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