"Un Toro Y Un Caballo", Isabel Marant

Estoy absolutamente convencida de que, al fin y al cabo, todo esto es -demasiado- banal.
Un año, dos temporadas, cuatro desfiles, mil percheros, mil metros...

Estoy absolutamente convencida de que en París todo es posible.

De que aún quedan magos que hacen sonreír y, aplaudir.

Que aún quedan sinfonías, claroscuros de contralto y de soprano que, te reconcilian con el mundo.

De que aún quedan ideales por los que morir. O, por los que vivir.
Que "el cambio es lo único que perdura" y que "nadie se baña dos veces en el mismo río".

Que la esencia de las cosas, el argé de la phisys, aún existe y es algo sentido.

Estoy absolutamente convencida de que, además, "todo es inalterable, nada cambia y nada se destruye".

De que el arte existe en nuestro mundo, de que el mal existe para que reluzca el bien.

De que las estrellas volverán a brillar esta noche.
De que un día la lluvia volverá a caer por uno de esos abismos infinitos.

De que, algún día pasará lo que deba pasar.
De que el destino se cumple.
Que lo incandescente nunca se apaga y, las estrellas se pararán para iluminar el firmamento.


Estoy absolutamente convencida de que no hablo de nada.
De que esto no vale nada.
O de que, vale mucho.


La opinión es una contrariedad en sí misma. Algo que repudiar y ensalzar.
Los valientes hacen.
No critican.

Un fracasado es quien tiene tanto miedo a fracasar que, ni siquiera lo intenta.

En otro orden de cosas, a veces vemos más de lo que hay y, otras no vemos nada. La Semana de la Moda es un cuadro surrealista en sí misma. Ni es bello, ni es -completamente- arte, ni es una pipa...


Como diría Picasso. "Son un toro y un caballo".

Pues eso, esto es un desfile de Isabel Marant. Es moda. Son prendas. Sin más. Y, son preciosas.