D&G, Tormento Y Pasión

La nueva fashionista es la mujer de Dolce&Gabbana, vive en un estudio del Soho neoyorkino, con una casa atestada de cuadros y brochas de pintura, un estudio que apenas tiene luz excepto por una tímida bombilla y una pequeña claraboya; pasa las horas muertas tumbada en su modesto sofá, casi harapiento, malviviendo con su salario semanal de modelo ocasional y artista a tiempo completo pero, imbuida en ese ambiente turbio, en esa aire pobre, sumergida en la atmósfera de la más decadente pobreza va vestida con un impresionante diseño con brocados napolitanos de terciopelo color Burdeos extraídos de una plancha renacentista. La alegre decadencia de la fashion victim, de aquella mujer perpetúa entregada a la moda y devorada por ella. Ésa es la mujer de D&G, una prima donna exquisita, salvaje, italiana, americana, consumista, satisfecha, elegante, imponente, ecléctica, opulenta y, sobre todo decadente y víctima de la moda, su pasión, su tormento.

La mujer de D&G está devorada por la moda como Carrie Bradshaw “Me compraba Vogue en vez de cenar porque me alimentaba más”; ella lo mismo sólo que en vez de Vogue es D&G y, en vez de no cenar lo suyo es un no vivir. El ambiente de la cosmopolita mileurista que compra en Prada y sueña con Dior se cumple, la mujer de Dolce & Gabbana ésta temporada ha muerto con el canon de sexual sensualidad que la firma ostenta en todas sus colecciones, ya no es italiana, es europea y, ya no es voluptuosa ni carnal, ya sólo es una víctima de la marca.

Pero D&G es más que el simple fenómeno de la fashion victim, es sangre, es carne, es sexo pero ésta vez más elegante, más genial y más femenino; ya no es un taller de obras de arte, ella ya no es la fashion victim que mata por la moda, ahora, ella es la obra de arte, el cuerpo coronado, la mujer rendida y, el silencio que deja paso al aplauso.