domingo, octubre 21, 2012

LV Es Mucha Gente


 Unas enormes escaleras mecánicas bajan, como del cielo, transportando a las modelos. Los centros comerciales están de moda. Surgen por todos lados como las setas. Pequeñas poblaciones que, de repente, reviven gracias a un centro comercial. ¿Y por qué no?, ¿acaso vivir en Albuquerque (que está tan perdido que ni sé cómo se escribe) implica no tener cultura suficiente para comprar, por ejemplo, la última colección de Marc Jacobs? Por primera vez en la historia del mundo, vivir en el quinto pino no te excluye de nada. Lo primero, por Internet y lo segundo, por los centros comerciales. Una maravilla. Vas allí y tienes un día perfecto. Veinticuatro horas de diversión para toda la familia. Es como irse a vivir a Las Vegas y pasar por París, por Roma, por Venecia, por Gucci, por Dior, por McDonalds, Starbucks, por las tragaperras, por los fuegos artificiales, por los camiones monstruos y las acrobacias de los motoristas. Porque, para qué vamos a engañarnos, este modelo es completamente americano. Va la suegra, la madre, el padre, los niños... y comen, compran, sudan, corren y juegan, gastan algo de dinero y para casa. Sin embargo, ahora no se queda la cosa ahí, ahora para Louis Vuitton los centros comerciales son lo más.


Una pareja de modelos vestidas de cuadros amarillos y blancos abrió el desfile de primavera verano 2013 de Louis Vuitton, todo geometrismo (tendencia que ya se había visto en la colección de Marc Jacobs para su propio nombre en la Semana de la Moda de NY para verano de 2013) y marketing. El amarillo, chillón, te traslada a una de esas heladerías de Estados Unidos en los 50s donde podías encontrar una pandilla de motoristas y a chicas con sujetadores cónicos y grandes ojos de gato. No son nada sexies pero son como un sorbete: monas y refrescantes que es lo que parece que a las mujeres les gusta ser, sobre todo, por el éxito de la pasada colección de primavera verano 2012 de Marc Jacobs para Louis Vuitton: todo azúcar y candidez. 


De hecho, la colección tiene un aire de continuación. Ahora es menos fifties y más sixties pero la idea es la misma. Lo que los hombres desean encontrar en una mujer parece quedar relegado a un muy lejano segundo puesto porque estas chicas compran porque comprar es divertido y porque ser guapa y estar guapa es divertido. Por favor, esto son los sesenta: padres divorciados, perder la virginidad en la parte de atrás de un coche tras el baile de graduación del instituto y la sensación de que todo esto puede acabar cualquier día porque o vienen los comunistas o nos sueltan una bomba atómica. El país -EE UU- es joven (como su presidente: JFK) y el mantra de la generación no es "haz el amor y no la guerra" -eso se lo dejamos a los que fuman maría- sino "consume, compra y sé feliz". 


O muy corto o muy largo, o muy cerrado o muy abierto. El concepto de los gemelos, del yo y mi otro yo (yo y mi alter ego) está sobre la mesa en Louis Vuitton. En general son niñas buenas pero con un punto chillón. Son la niñita de papá y la camarera que masca chicle del auto-bar. No hay que tomárselas muy en serio porque es evidente que están un poco locas. Son chicas, van juntas a todas partes (al baño, a clase, a la cafetería...), llevan lazos en el pelo y se ríen demasiado fuerte. El juego de las modelos a pares podría distraer, podría pecar de frívolo (en LV casi siempre hay un exceso de ruido, de cosas que suben y bajan, de accesorios y música estridente) pero la verdad es que funciona.  Así, en 33 pases, vemos 66 modelos sin cansarnos. Eso está bien, no hay nada peor que desfiles eternos con prendas cambiadas de color... 


Además, los 60s no fueron la civilización de la individualidad sino la de la homogeneidad total (escondida bajo horas de psiquiatra e intentos de ser original). Al final todos deseamos que nuestro hijo sea "normal" y no vaya al loquero, tenga pareja, hijos y tal. Que no le vaya demasiado mal. Eso es lo importante. Hubo algunos en los 60s que se creyeron lo de la Era Acuario y tal pero no pasaron de irse a Ibiza y poco más. Sin embargo, los 60s trajeron la semilla del low cost que hoy conocemos y, especialmente, de la producción en serie de, por ejemplo, Inditex. Coco Chanel se hizo famosa de nuevo (ya estaba olvidada tras la II Guerra Mundial y su exilio en Suiza) gracias al Elle americano porque, en Europa y más concretamente en París, poco pusieron de su parte para con aquellos trajes de chaqueta sin más ni más que Coco lanzó al horrorizarse con el New Look de Dior. 


Por si fuera poco, Coco Chanel en los 60s se chifló por las copias. Los diseñadores vivían en una obsesión constante -y justificada- porque otras cadenas (americanas, sobre todo) compraban uno de sus trajes y luego los copiaban más baratos. Entre eso y la guerra fría, es comprensible el "estado de alerta" de la música del desfile de LV (que a mí, personalmente, me crispa los nervios). No hay ni una pizca de hilo musical agradable para comprar en el centro comercial sino más bien un espíritu "taxi" de Nueva York -verbigracia del amarillo/blanco- que imprime rapidez a todo. Rapidez y furia. Coco Chanel dinamitó todo lo del no poder dibujar en los desfiles y el vender un par de modelos para cubrir el riesgo del espionaje de moda (el concepto de hacer un Carine Roitfeld hates Balenciaga and loves Max Mara ya estaba visto y superado). Abrazó a un hombre que vendía chaneles -ejem- como los suyos -ejem- en la calle y (aparte de provocar ríos de furia y de tinta por parte de los diseñadores y la prensa francesa) consiguió lo que quería porque de pronto todo el mundo empezó a llevar esos trajecitos chanelescos y se olvidaron de aquellas locuras de Dior (corsés, faldas casi al tobillo y caderas anchas).


Así, estos 60s tan americanos se imponen en Louis Vuitton. A algunos críticos, a Sarah Mower de Vogue.com por ejemplo, el desfile le recordó a un juego de ajedrez. Esto de las piezas por arriba y por abajo ya lo hizo Alexander McQueen hace unos cuantos años pero con más drama. Aquí todo es más light y menos perturbado. Hay uniformidad porque Chanel decía que una bailarina solo tenía sentido en su fila de muchas bailarinas y que por sí sola era absurda y también hay minimalismo y felicidad. Un poco prefabricado todo pero es que así fueron los sesenta con sus batidos llenos de anilinas y sus gominolas y Buicks llenos de pintura para tapar las rozaduras. No se puede decir que la colección no sea bonita y veraniega, lo es. Dan ganas de comer helados, quedar con las amigas para beber té muy frío y engatusar a algún chico guapo para irse a dar un chapuzón a la piscina. Todo envuelto en un halo de ingenuidad y, si no buen gusto, por lo menos sí de rabiosa actualidad. Va a ser verdad eso de que la vida es un centro comercial: llegas, entras en las diferentes tiendas, compras y te vas. Y mientras te cruzas con mucha gente. 

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Fantástica crónica!

Holly Golightly dijo...

Gracias.

Zaracienta dijo...

Tienes razón, estoy contigo en todo, las escaleras mecánicas fueron un punto de reflexión y la colección un punto de frescura. Recordaba a los 60 pero la idea de las parejas fue genial, eran como gemelas todas, vestidas iguales pero diferentes, a mí me encantó. Aquí os lo contaba:
http://zaracienta.blogspot.com.es/2012/10/au-revoir-paris.html
Saludos

Holly Golightly dijo...

Zaracienta. Un saludo

Unknown dijo...

Qué mundo este. Yo en la teoría odio los centros comerciales pero últimamente se hace muy difícil no acabar en ellos.