Nunca me ha interesado demasiado la historia de la personalidad de la Princesa de Éboli, esposa de Ruy Gómez de Silva, el mejor amigo de Felipe II, fue tan hábil como su marido en medio de la jarana de las intrigas de la corte y a mi lo que me interesa es su belleza. De gran carácter, protagonizó algunos de los episodios más oscuros e intrigantes de la vida del misterioso Felipe II, exactamente el hombre del que María Tudor se enamoró viendo un cuadro de Tiziano. Su marido, más de veinte años mayor, fue el hábil cortesano discreto que el Barroco presagiaba que logró enterrar al III Duque de Alba en Italia y apoyó dos grandes fracasos: la guerra contra Inglaterra y el pacifismo en Flandes que ya se encargó a Alba de "solucionar". Y ella tuvo el carisma de ser considerada una de las damas más bellas de la corte española pese a haber perdido el ojo en un accidente de esgrima, aparte de otros episodios, claro.
Ahí está el quid de la cuestión, hay quien piensa que la princesa ni siquiera había perdido el ojo, que lo hacía para seducir -por los pocos datos que refieran su defecto y porque se transparenta su ojo mirando en la dirección correcta en el retrato-. Otros opinan que la bella con la que el poderoso "Rey" Gómez tuvo diez hijos había sufrido una caída de un caballo que le produjo una atrofia ocular. Sea como fuese, que al caso nos da igual, a mí -como a Helmut Newton- todo esto me parece fascinante. De hecho, Newton confesaría que en muchas de sus fotos salían chicas con monóculos y que "una chica que trabajaba conmigo en el laboratorio de Yva, en 1936, llevaba monóculo... cosa que me volvía loco sexualmente... Un día cuando Paloma Picasso estaba en mi estudio, saqué un monóculo y le dije: 'De prisa, Paloma, póntelo en el ojo'. Y ella lo hizo y le tomé la foto".
Se sabe que el parche de Ana de Mendoza de la Cerda le permitía pestañear y que era de anacoste, un tipo de lana fresca y ligera de Normandía y que debía ser miope pues tenía una letra muy grande y usaba una plantilla con renglones para escribir. Al margen de todo esto, aquí la altiva dama era una enamorada del lujo y cuando a la muerte de su marido entró en el convento de las Carmelitas de Santa Teresa, la vida de la celda no era lo suyo y se mudó a una casa llena de criadas y repleta de joyas y vestidos por lo que la Santa hizo que toda la comunidad de religiosas la dejara sola y ella se encargó de tomarse su revancha. De vuelta a su palacio de Madrid, inició una relación íntima con Antonio Pérez y cayó en desgracia ante los ojos de Felipe II, del que se dice que fue su amante cuando estaba casado con Isabel de Valois, y él la encerró en su Palacio de Pastrana hasta su muerte.
Se dijo de ella que era la única mujer "capaz de entretejer alrededor del cuello de todo un rey, una soga hecha con pasiones que estuvo a punto de acabar con un gran imperio". Felipe II siempre la llamaba "la hembra" y otros la tildaban de "animal imperfecto" y si Ana Bolena fue el espejo de la moda de la corte de Enrique VIII, la princesa tuerta lo fue de la española. Una dama tan hermosa... eso es vivir con un defecto. Y convertirlo en una virtud. Cada vez me interesa más.
11 comentarios:
Lo del parche, perfecto; Eboli sabía lo que se hacía, nunca mejor dicho.
bsssssssssssssssssss
yo me leí el libro! :)
Siempre me ha fascinado lo de convertir los defectos en virtudes.
Honey. ¿El de Newton? Está genial. Un saludo
Alphonse. Es algo sensacional. Todos deberíamos hacerlo. Muá
Delicioso lo de vivir con un defecto y convertirlo en virtud!
GRAN BLOG REINA
Anónimo. :)
Anónimo II. Gracias
Precioso
Fascinante -todo. Y mucho de lo que aprender.
Un MT en breve, ahora sí que por fin tengo adsl -una especie de 'vuelta a la vida' uf! ;)
Un abrazo enorme
Humm
Shana. Gracias
Hummingbird. Lo espero querida. Mua
La pobre tuvo que sufrir mucho con un solo ojo y siendo miope, mi madre es tuerta y muy miope y hasta se ducha con las gafas.
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