O el estrambótico Meisel... presentan un raro número de bañadores en blanco y negro, con una sex symbol de pelo gris, lejos de playas y en una habitación que roza el límite entre el Huerto cerrado y lo profanamente pervertido y vaciado. Pero no es sólo eso. No es sólo que sonrisas no haya, ni chicas facilonas, ni parte del unvierso mental de Terry Richardson, ni planos a lo Vogue USA con ¿Penélope Cruz? o Carmen Kaas con un bañador rojo y el sol de cara cortando la respiración con la cadera haciendo de línea del horizonte. No. La cuestión son los guantes azules.
A Meisel ya le conquistaron. En realidad, son más o menos las dos caras de la misma moneda. Como aquellos clochards que Galliano diseñaba cuando la prensa era crítica pero aún no mezquina con él y a lo que su protector, Arnault, tronaba un "es que no le entienden" y él, todo tímido y sin ser una rubia impresionante aún, decía entre sonrisillas "son lo más bonito que he hecho, darling". Años después, los guantes vuelven a aparecer. Si ahora no es un mendigo, sí que tiene algo del morbo de aquellas fulanas que Versace miraba en su infancia.
También de las que miraba Helmut Newton. Que creía que las prostitutas tienen un sentido innato para vestirse anunciando sus especialidades, como si la moda fuese un preludio del sexo previo pago y todo lo que no es desnudez, fuese un entrante para "abrir boca": A Newton le gustaba la que se vestía de novia y otra que tenía monóculo pero cuando las quería fotografiar, no le dejaban. Eran chicas de pueblo y no querían que su familia lo supiese. Eso sí, no pasaba nada porque en la vida secreta fuesen prostitutas. Una bonita moral...
Similar a aquella de la historia de "cogí a una puta de a dos francos y la llevé al Louvre conmigo. En cuanto vio las viejas estatuas desnudas, se sonrojaba y se tapaba la cara con las manos y decía "ay, vámonos, vámonos que esto es pecado, que están desnudas, venga, yo me voy". Aquí, la Kristen que Meisel retrata tiene menos escrúpulos físicos y más escrúpulos psicológicos.
El reportaje ahonda en el morbo. Todas las señoras de bien sufren una fascinación por las putas, como Escarla O Hara sabía bien. Como la Belle de Jour vestidita de Yves Saint Laurent en plena anti represión burguesa también sabía. Aquí no se trata solo del aspecto más carnal, más desangrado, más explícito, sino de la soledad, de la melancolía, del sosiego que llega tras la acción, del pesimismo y la carga del alma condenada.
Hay un poquito de Zurbarán. Yo también veo la calavera y la muerte que se desea pronto.
Aunque claro, si vives porque no mueres, vives.
3 comentarios:
uyy uyy uyyy con el calorcito q tenemos ahor, guantes???
bsitos!
Susana. A mí no me gustan. Un beso
La modelo es una version juvenil de Donatella Versace! O sea todo bien pero en la mente del estilista tiene que haber pasado Donatella en algun momento, es igual!
Publicar un comentario