Me gustan las historias de amor. Aunque sean dramas. Aunque acaben mal. Porque, como dice Goethe "el hombre que no fracasa nunca es el que nunca hace nada". Me gustan las historias que comienzan bajo la perspectiva de unos ojos.
Con sus luces y sus sombras.
Lo importante de una historia es lo que nos inspira. En el fondo. Lo que nos enseña. Lo que nos cuenta. Lo que aprendemos. Lo que recordamos y lo que olvidamos. Se aprende tanto leyendo las sonrisas que se escapan como contemplando una flor.
Mientras nos jugamos la vida a las cartas.
De espaldas.
O de frente.
Porque todos buscamos el amor.
Como una flor abierta.
Como un ramo de flores.
Subimos y bajamos las escaleras del corazón.
Y no vale protección ante la vida.
Nos acompañan varios personajes en nuestra historia. Amigos, familia, amores, ideas, pensamientos, vestidos, joyas, flores, paisajes, piedras, cuadros, arte y comida.
Y existimos rodeados así.
Y con nosotros mismos.
Somos pobres.
En la clase alta.
Y ricos de vez en cuando.
Amamos.
Aprendemos.
Fingimos.
Nos escondemos.
A la vista de todos como el mejor atrezzo.
Aunque no sea posible que los que nos quieren de verdad no lo noten.
Y tratamos de explicar lo inexplicable.
Y ruedan las lágrimas.
Y cambia la vida.
Lento.
Con cambios que deseamos profundamente.
Que lamentamos profumdamente.
Que guardamos en nuestro inconsciente.
7 comentarios:
Yo también quiero hacer de mi historia una que inspire un texto tan bonito como este.
Besos, guapísima!
Me gustan las historias de amor porque nos humanizan. Ya sea para bien o para mal, no te salvarás del amor por mucho dinero que tengas... Es algo humano, a todos por igual
kisses :)
Guapóloga. Gracias. Un beso
Akari. Cierto. Un beso
yo la vi y me encanto.
sabes mucho de cine
te sigo!!!!!
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Anónimo. Gracias. Un beso
Gabrielle. Un beso
Maravilloso post, como todos los demás.
Un beso croissantero.
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