Un Martini agitado, no mezclado es la bebida icónica que acompaña a ese hombre apoyado en la barra del bar del hotel de cinco estrellas donde los camareros van vestidos de negro impoluto y dónde el aire es tan puro que parece sonrojar al mar. Ligeramente apoyado en la barra controlando todos los puntos del bar y, al mismo tiempo, aparentemente relajado. A su lado, una copa. -¿Qué si no?- Se cruzan las miradas, él levanta ligeramente su copa y sonríe. Se acerca. Vuelve a la barra acompañado y señala con un delicado gesto al camarero otra. El camarero le interrumpe con un ¿Qué? ¿Martini con vodka? Y él matiza con un tono serio, casi cruel, pero contenido: “Dry Martini. Espere, tres partes de Gordon, una de Vodka, media medida de Kina Lillet bien agitado con hielo y una filigrana de limón. Dos, por favor.” Y, a partir de ese momento, se dedica enteramente a su dama.
Mira su reloj Omega Seamaster y sonríe a la dama. Lleva un sobrio smoking de corte perfecto que deja ver su planta impecable. Tiene un atractivo mágico e hipnótico que salvaguarda un secreto, quizás la orfandad, quizás un misterio. Y, es consciente de su atractivo. Es la magia de “Bond, James Bond.”. Él la mira embelesado como si no pudiese mirar a nadie más en el mundo pero, haciéndola saber, al mismo tiempo, que sólo es otra de una larga lista de nombres y que ahora es la mujer de sus sueños, a la mañana siguiente, será la de su realidad pero ¿A quién le importa?.
La conversación continúa. Sus armas de seducción son masculinas, elegantes, sofisticadas y, al mismo tiempo, muy naturales. Arruga la frente, acompaña su tono de voz con pequeños ademanes gestuales y levanta sus largas cejas para darse énfasis. No disimula su ego, y eso le encanta. Parece que cuando Bond sale a cenar, su mayor placer es sí mismo. Y quizás no sea falso. Ríe de forma masculina pero, al mismo tiempo, es simpático sin dejar de ser encantador. Todo un caballero. O, aún peor, nada caballero. El postre, vino espumoso y un helado ácido pero sobrio. Café turco no muy dulce y algo de alcohol pero muy moderado. Una copa más, quizás. Con mucho hielo pero no en vaso largo. Una sonrisa, un gesto y acompaña a su dama para abandonar el restaurante. Sube con ella por el ascensor, la agarra de la cintura como si fuera una joya y la mira anonadado pero, no demasiado encandilado.
Pulsa con decisión el botón que lleva a su suite en el mejor piso de todo el hotel, recorre el camino hasta la habitación con paso firme y saca de su cartera Swaine Adeney Briggs la tarjeta magnética que desvelará el interior de la suite. Deja pasar a la dama y cierra sigiloso y educado la puerta tras ella. Enciende la luz y la besa, un beso largo en el que entrecruza sus labios para sentir la respiración de ella al lado de la suya. Recorre con su elegante lengua su cuello y la besa detrás de las orejas apartando su cabello con la mano para luego estrecharla entre sus brazos y fundir su lengua con la de ella en un largo y apasionado beso que quizás dure un instante pero que ha hecho que el mundo se pare.
La coge entre sus brazos mientras avanza hacia la cama. Allí, al lado, hay más champagne en una cubitera helada y cubierta por una servilleta de hilo blanco en una prístina bandeja de plata con dos copas de cristal tallado esperando al suculento alcohol. La deja en la cama mientras deja que ella le desnude. Le quita el lazo negro de seda de su cuello y deja ver su camisa blanca de hilo de Turnbull & Asser. Le quita la chaqueta de color negro. Desabrocha los puños de la camisa que esconden los dos botones y le quita los gemelos que deja al lado de las copas de cristal heladas. Él la besa, se agacha para descalzarse de sus zapatos de cordones de John Lobb y la quita el tirante del vestido. Ella recoge su cabello con las manos mientras el va besando su espalda y la desabrocha por completo el vestido de satén. Los amantes pierden la identidad y se entregan a la eternidad bajo una luna flamante y con la noche por delante.
Cuando el sol brilla en el horizonte y pasa a través de las finas cortinas de seda color marfil que decoran la espectacular suite, James Bond despierta a su amante con un beso en los labios y vestido sólo con un albornoz blanco del hotel. Ella le estrecha entre sus brazos y él la besa. La señala el desayuno que está servido en la mesa del comedor y allí él la espera mientras lee el periódico. Cuando ella llega envuelta en otro albornoz de rizo, él comienza a degustar sus huevos revueltos. Estilo de vida. Y, sueños. Y moda. Y, ahora, todo eso por Tom Ford.
7 comentarios:
pero ahora james bond ...suda!! cómo compaginarán esta humana problemática con tanto glamour que se avecina? i miss pierce very much. magnífico post holly. xx!
Hummingbird. Pierce será Bond siempre. A Danie Carig hay que coegerle el punto, supongo. Un beso
Creo que Daniel Craig da el perfil totalmente, es abrupto sugestivo sin excederse, la dosis justa de hombría, hay que acostumbrarse a su rotundez, lo mismo que hablabas en el post de las nuevas viejas damas pero en señor, el factor morbo está a la órden del día. Si yo tuviera un amante, sería como James Bond. besos Holly!
Aka Scrunchie Girl. Vale, tengo que reconocerlo. A mí también me gusta Daniel Craig no sé, le veo muy muy muy... :) Pero para Bond también me gusta, mucho mucho mucho, Brosnan.
Si yo tuviera un amante, creo que sería Craig. Brosnan me encanta pero Daniel Craig es con el único Bond con el que he soñado. Un beso
Hola Holly, me ha gustado mucho es te post. Te dejo una pregunta (igualmente a todos tus lectores) ¿Tú con que perfumarías a James Bond?
Sigo el hilo, saludos perfumados, XkP
(prefiero a Sean Connery. Pierce Brosnan quedaba mejor haciendo de caradura atontado, Remigton Steele)
Me da un poco de vergüenza que me haya gustado James Bond, mi feminista interior me riñe :)
Xiko Perfumista. Gracias. Yo perfumaría a Bond con algo así como Loewe. Una colonia fuerte y masculina. O Bvlgary. O algo de la vieja escuela, aunque lo más seguro es que Bond use la colonia creada por artesanos ingleses de lavanda, que la usaba el rey también y el príncipe Charles. Un beso
Maria. ¿Feminista? ¿Lado feminista? Jaja. Un beso
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