sábado, marzo 23, 2013

Liz Taylor Y La Moda


En los años sesenta -Marilyn mediante- y, especialmente, en los setenta, Liz Taylor era la mujer más famosa del mundo. Sobre todo por el tema de sus matrimonios y, especialmente, por su amor con Richard Burton. Por lo de las joyas, también. Para qué engañarse. Hace dos años que Elizabeth Taylor, que odiaba que se refiriesen a ella como "Liz", murió. Todos los periódicos desplegaron suplementos sobre sus ojos violeta que, poéticamente, encabezaron titulares como "ojos de gata". Liz Taylor era una mujer bella, muy bella. Objetivamente bella. Andy Warhol, en los libros que publicó sobre sus recuerdos, sus gustos y sus obsesiones -y no necesariamente en ese orden-, habla en varias ocasiones de Liz Taylor porque, es evidente, que Liz Taylor le obsesionaba. 


No sólo le dedicó una serie de fotos serigrafíadas, en mi opinión, más melancólicas y dulces que las expansivas y -falsamente- vitalistas de Marilyn Monroe, sino que habló de la impresión que le causó haberla conocido y de estar junto a ella. Una de las cosas que con más fuerza se señalan cuando se habla de Liz Taylor es que era bajita, muy bajita, y que, en comparación, su cabeza parecía muy grande. Siempre me ha parecido que esas frases eran un tanto desmitificadoras. Sin embargo, tras reflexionar un poco sobre ello, pienso que no es así. Que no es así en absoluto. Esas frases sólo explican bien el alcance de la belleza de Dame Elizabeth. Tanto Capote como Warhol demostraron -y escribieron- sobre su fascinación por el rostro de la Taylor. 


Pero Elizabeth Taylor era más que belleza y joyas. Tenía talento para la actuación, aunque le pasa un poco como a Greta Garbo, que su rostro es de tal belleza que se te olvida que es buena actriz. Y también tenía gusto, un gusto personal, por la moda. Eso precisamente es lo que Raf Simons ha recuperado para su colección de pret a porter de primavera verano de 2013 en Dior. Que, se inspira en el traje que llevó -de Dior- a los Oscars de 1961 en los que ganó el Oscar por Una mujer marcada. Pero no fue la única vez que la Taylor vistió de Dior. En Roma, en los sesenta, también lo hizo y el traje es, igualmente, una maravilla. Nadie se ha inspirado en él -aún- pero es una buena idea. Es un vestido muy actual y un poco extraño por su modernidad para ver en Liz Taylor: con el escote en V hasta un punto en el que uno se atraganta y con ese corto un tanto abombado. Sin embargo, está radiante. No creo que Liz Taylor tuviese un gusto impecable y elegante. Era, más bien, una mujer excesiva. Como sus joyas. Me gusta que pensase que le podían prestar un vestido pero no una joya, porque era demasiado personal. Capote dijo, tras la muerte de Marilyn, que el mundo era un poquito peor porque era "una criatura encantadora". La Taylor era la magia misma del encanto. Qué belleza. Qué mujer. Y dos años ya, querida mía.

viernes, marzo 22, 2013

La Playa










Lo que más me impresiona de este editorial de Vogue París titulado La Playa es que es, claramente, un día de verano, un grupo de jóvenes reunidos bajo el calor del sol y al lado de las olas, amor, sexo, amistad, diversión y gente guapa, alcohol y puede que incluso drogas. Sin embargo, también es sueño y un poco de muerte. Eso es lo más trágico. 

Las revistas de moda juegan todos los años con la misma baraja de cartas. O, lo que es lo mismo, Miranda Priestly, directora de Runway en El diablo viste de Prada, tenía toda la razón al mirar a sus subordinados con desdén -e incluso desprecio- cuando le proponen "para primavera" un reportaje de "flores, anillos esmaltados...". Primero, "porque lo hicieron hace dos años" y segundo, y principalmente, porque "¿flores?, ¿para primavera?, ¡qué original!".

Eso mismo les ocurre a todas las revistas. El año tiene dos temporadas: invierno y verano. Fuera de los rigores de la estación, de que hay meses de piel y otros de trajes de baño, de los titulares con nombre de películas, de las chicas en bikini en un mundo de hielo y de las damas norteñas atrapadas en el Sahara sin más ayuda que la que pueda facilitar el bueno de Hermés, no hay mucho que ofrecer. Es muy difícil hacer un buen editorial porque no se trata sólo de hacer unas hermosas fotos, tener un estilismo sugerente, una modelo talentosa y que resulte una combinación evocadora para el ojo, para la tarjeta de crédito y para renovar la suscripción -ja- a la revista sino que, uno pide -y no es mucho pedir-, algo de originalidad.

Esta editorial, de la época en la que Carine Roitfeld timoneaba Vogue París, es un buen ejemplo de cómo ser sugerente y original a la vez. Lo que devuelve la primera mirada es el fragor de la batalla del verano, cuerpos sexys, torneados, calentados bajo el sol y las pasiones y envueltos en trajes de baño salpicados de espuma de mar y arena blanca y fina. Sin embargo, es perturbador que sea en blanco y negro. Es perturbador que los únicos colores vengan de unos efectos casi fluorescentes que bien podrían ser sangre derramada. 

Es imposible no esperar la muerte. Este editorial es un vanitas barroco en el que la dama de negro, con su guadaña, espera en la página siguiente. El mar siempre ha tenido un sentido dramático. La vida da paso a la vida. Y lo hace con la muerte





viernes, marzo 15, 2013

Rubias Peligrosas



Marilyn y Mae West compartían peluquero y fueron iconos sexuales. Uno entiende porqué los caballeros preferían las rubias.