Tiffanys

Siempre ha habido chicas que se paseaban por la Quinta Avenida a las siete de la mañana con un café en la mano y que no eran Holly.

Lo que distinguía a cualquier muchacha de Holly es que era con ella con quien eran comparadas.

Había demasiadas chicas que iban a Tiffanys, Chopard o Cartier preguntando por lo más barato de la tienda.

Demasiadas chicas disparando el flash por las calles desiertas y llenas de vida de Nueva York.

Demasiados coche recorriendo el frío corazón de las finanzas y centro del mundo.

Pero, en Tiffany, siempre hace bueno.

Adelante, entren y vivan el sueño.

Como pequeño consejo, comprar un ramo de flores, o una flor sola, leer un libro que te encante. Da igual si ya lo has leído. Ponte unas bonitas zapatillas, una bata de satén o con las iniciales bordadas en el pijama de hombre. Un vaso de los que pesan, con hielo y algo no demasiado venenoso. Y algo de música. De la buena.

No todos los días se puede entrar en Tiffanys, pero...
recomforta saber que la vida en sí es un gran lujo.